La Mansión X
3 participantes
Página 1 de 1.
LaurieCay- Mensajes : 48
Fecha de inscripción : 12/06/2016
Re: La Mansión X
- Dominic - Exteriores y jardines de la mansión:
- La que era una “mansión” se alza ante mí, tan alta como si fuera más bien un castillo. Está construida con duros bloques de piedra y tiene un jardín tan esplendoroso, que siento que en cualquier momento María Antonieta aparecerá frente a mí. No se cómo, pero he conseguido que el general me de libre el viernes. Sveta ha estado tan ocupada ultimamente en alguna clase de proyecto temporal que a pena sí se ha aparecido por el laboratorio, de manera que estoy de adorno allí, cuando podría estar haciendo algo de utilidad; investigar, por ejemplo.
Doy algunos pasos, inseguramente, cuando el portón se abre frente a mí, haciéndome saltar en mi sitio, antes de que pueda llamar. En la entrada aparece un muchacho delgado y no mucho más alto que yo; pero parece lucir un poco más joven. A pesar de que el sombrero le hace sombra sobre los ojos, distingo un par de vivas pupilas azul-celestes que me miran con avidez y contagian su boca de una gran sonrisa. No está solo. Detrás de él, desde la puerta de la mansión, me encuentro con la furtiva mirada de un joven más alto, de cabello oscuro, que me observa con desconfianza.
―Sea muy bienvenido a nuestros establecimientos, mi buen señor ―saluda, y me sorprende su cordialidad a pesar de su edad. Dudo un instante e intento ponerme a su altura:
―Bue... buenos días ―intento sonreír.
―¿Puedo ayudarle en algo?
―Sí ―asiento firmemente―. Bueno, me preguntaba si podía hablar con la persona a cargo de este establecimiento.
La sonrisa en el rostro del muchacho se desvanece fugazmente, pero retorna a adornarle las finas facciones, aunque ya no es tan sincera como antes. Mira fugazmente al chico detrás de él y le hace un gesto que no entiendo. Aquel vacila en la entrada. Parece indeciso sobre si acercarse o no.
―Mucho me temo que eso no será posible. La persona a cargo pasa ahora mismo por algunas dificultades que le han impedido de venir a desempeñar su cargo. En su nombre y en el de todos, me disculpo por los problemas que eso pueda haberle ocasionado.
―Ya veo... ―suspiro, pero no todo está perdido― ¿Y no sería posible hablar con quien sea que le esté suplantando ahora? Debe haber alguien que se haya tenido que quedar a cargo.
―Esa sería la señorita Roxanne; maestra de nuestra institución. Depende del motivo de su visita el si ella le puede ayudar o no. Si no le resulta en una injerencia, ¿puedo preguntar cual es?
Trago saliva. Parece un muchacho bien educado, pero sigue siendo un muchacho. Me va a comprar una mentira o dos.
―He investigado un poco sobre este colegio ―digo, y noto que se ha puesto tenso de pronto, justificando mis dudas―; un colegio para jóvenes prodigios ¿estoy en lo correcto?
―Lo está; sin duda que sí. Pero también ha de saber que la admisión no es liberada. Cualquier postulante ha de pasar por un largo periodo de examinación que pondrá a prueba sus aptitudes y ayudará a decidir a los maestros si este es el sitio indicado para el alumno en cuestión. Además, el proceso de selección y admisión de este año ya está cerrado. Admitir a alumnos fuera de las fechas establecidas y sin haber seguido el proceso de rigor se sale de nuestra estrictas normas, y cada caso es evaluado como una excepción que debe ser profundamente considerada por todos los miembros de la dirección.
―Pero... ―balbuceo, intentando procesar sus palabras al ritmo con que las recita.
―Sin embargo ―continúa―, sería un gran comienzo empezando por conocer al alumno en cuestión. ¿Estamos hablando de algún aspirante en particular?
Me quedo inerme. ¿Por qué no pensé antes en esto? Creía que sería más sencillo.
―Digamos que conozco a alguien ―le digo, y me observa dubitativo. Me decido a tantear un poco el terreno―. Alguien con “aptitudes” bastante... únicas ―mascullo, y luego me inclino hacia él en afán de aportar confidencialidad a nuestra conversación, como si le confiase un secreto―. Me dijeron que este era el sitio indicado. Pero para comprobar que mi “conocido” cumple con los requisitos para entrar, y de que este es el sitio correcto para él, tendría que hablar primero con quien sea que esté a cargo y me pueda despejar un par de dudas. Si me sigue.
―Ya veo ―masculla él, considerándolo, y noto que algo lo ha puesto nervioso, aunque hace un esfuerzo admirable por disimularlo―. Siendo así, le ruego unos minutos de su tiempo. Hablaré con la persona que puede recibirle, para verificar que está en condiciones de atenderle. Si fuera tan amable de seguirme hasta el vestíbulo.
Asiento y estoy a punto de empezar a caminar junto a él, cuando siento que alguien se para detrás de mí y viro en redondo a verle, solo para encontrarme con una cara muy conocida:
―... ¿tú? ―masculla. Es el motociclista que me atacó. El que desencadenó todas las circunstancias por las que ahora me encuentro aquí, buscando respuestas. No puedo hacer más que repetir como un loro idiota, en un hilo de voz, un:
―¡T-tú!
Su rostro se torna severo, veo que el muchacho cambia su actitud cautelosa por una más defensiva, acercándose lo bastante para saltar en medio de nosotros ante la menor señal de que uno vaya a saltar encima del otro. No son mis intenciones, ni de lejos, así que retrocedo, espantado con la idea de que vayan a ser las del motociclista
―¿Qué estás haciendo aquí? ―pregunta el alto y el muchacho de ojos azules me mira sin comprender, enarcando las cejas.
―Yo vine a...
―Si vas a levantar cargos por lo que ocurrió, hazlo contra mí. No tengo ninguna relación con esta institución ni con sus trabajadores y estudiantes.
―No... ―jadeo― ¡no! No es por eso que vine, no tenía idea de que te encontraría aquí de nuevo.
El rubio alto me mira ceñudo. No se cree una sola de mis palabras.
―Ven conmigo ―me indica de pronto, empezando a caminar.
―¿A donde vamos?
―A donde sea que tenga que llevarte; pero fuera de aquí. Esto es asunto nuestro.
―¡Russell! ―le riñe el más joven, y veo que el segundo chico a llegado al lado suyo― ¿Me puedes explicar qué sucede?
―No es de tu incumbencia. Shane, entren ambos a la mansión. Y tú, ven conmigo. Hablaremos en mi camioneta.
- Dominic - Salem Center:
- ―¿Cuanto quieres? ―pregunta el motociclista, firmemente, y sin mirarme, con los ojos puestos en la carretera. Llevábamos un largo rato conduciendo en silencio, por lo que su voz me toma desprevenido.
―¿Qué? ―mascullo, sin entender.
―Por olvidar este asunto y nunca, jamás, volver aquí. ¿Qué quieres de mí?
Parece afectado con la situación. Puedo ver en sus ojos el rastro de muchos insomnios. Mi presencia no solo ha conseguido enojarle; le pone en una situación complicada.
―No quiero nada. No vine por eso. ―le aclaro.
―No nos retrases más. Pide cualquier cosa y a cambio, te olvidarás de mi cara; de la del muchacho que te recibió, de este establecimiento, y lo que pasó en la cafetería.
―¿Qué fue, exactamente, lo que pasó en la cafetería? ―pregunto finalmente, decidido a averiguarlo.
Me mira, confuso.
―¿Te crees muy gracioso?
―No. Intento comprender. ¿Fuiste tú?
―Ya te lo he dicho; vas a tener que olvidarlo. Puede haber sido obra de tu imaginación.
―Pero no lo fue. Las dependientas son mis testigos. Toda la gente que había en la calle en ese momento son mis testigos. Y ahora conozco este sitio. Si no respondes a mis preguntas, yo...
―Lo que ocurrió, no es ni siquiera una milésima parte de lo que puede ocurrir si vuelves a sonar como si estuvieras amenazándome. Pide lo que quieras de mí, pero si vuelvo a verte en este establecimiento, molestando a los chicos, te juro que te vas a arrepentir.
―¡Solo quiero saber!
La camioneta frena de pronto y veo que estamos en una especie de pueblo pequeño con edificios de poca altura. Esto no es Nueva York. Sin embargo, el hombre me mira impaciente:
―Bájate.
―¡¿Qué?! ¡oye...! ¡no soy de aquí!
―No voy a llevarte hasta Nueva York. Aquí puedes tomar un tren o un autobús y regresar por tu cuenta. Y recuérdalo bien. Jamás vuelvas a poner un pie en la mansión ¿te ha quedado claro?
Tenso los labios, testarudamente y me cruzo de brazos sobre el pecho, sin moverme del asiento:
―No me voy a bajar hasta que contestes mis preguntas.
El hombre luce en extremo irritado. Se lleva las yemas de los dedos al puente de la nariz, y se lo frota con vigor.
―¿Por qué te interesa tanto saberlo?
―Porque podría estar en problemas ahora mismo. Ese colegio... sé lo que hacen allí. No es un colegio para niños prodigio. Al menos no la clase de prodigio que hacen creer a la gente. Y se lo que tú eres.
―Se que lo sabes; de otro modo no estarías aquí, irritándome todavía. Más te vale ser claro, porque no voy a escuchar más tonterías ¿Por qué has venido?
―Porque... ―inhalo una bocanada de aire antes de continuar, sin saber a donde me van a llevar mis palabras; pero incapaz de seguirlas guardando― ... no creo que tú me hayas atacado.
El rubio levanta la vista hacia mí y me la sostiene por unos instantes:
―¿Qué quieres decir con eso?
―Creo... que fui yo quien te atacó.
- RJ:
- El muchacho de cabello desordenado me observa impacientemente, en espera de una respuesta. Una que no sé darle... Una que yo estaba esperando de él. Me llevo los dedos índice y pulgar al puente de la nariz y me froto con fuerza, intentando despejar mis pensamientos.
―Explícate.
Aquel se acerca ansiosamente y empieza a hacer ademanes con las manos.
―Cuando nos tocamos y...
―Por favor, no lo digas de esa forma ―le digo, poniéndole una mano sobre el pecho para detenerlo y apartarlo, increíblemente incómodo. Aquel cae en cuenta de ello y se aparta automáticamente; rojo como un tomate:
―¡No! Me refiero a que... cuando toqué tu mano, y los sonidos a nuestro alrededor se volvieron locos, y...
―Tú también lo sentiste ―concluyo. Y él asiente con la cabeza.
―¿Tú lo hiciste? ―pregunta ansiosamente― Eres un mutante... ¿verdad?
No tengo escapatoria. Él ya lo sabe. Pero si dice la verdad y fue él quien me atacó a mí, entonces...
―Sí, lo soy ―reconozco. El muchacho traga saliva. Hace un momento parecía que tenía miles de preguntas para mí, pero ahora luce como si no fuese capaz de decir ninguna otra palabra― Ahora explícate. ―demando.
―No se qué decirte.
―¿Estás jugando conmigo, chico? ―le digo, empezando a perder la paciencia, él se aparta y se cubre la cara con las manos como si fuese a golpearlo. Como si necesitara golpearlo para hacerlo pedazos. Respiro intentando controlarme.
―No ―balbucea―. No se qué hice; ni como lo hice. Solo sé que no es la primera vez que lo hago.
―También eres mutante.
―¡No! ―grita, lleno de pánico. Hay un miedo mortal en sus ojos. Noto que comienza a temblar― No lo soy. ¡Soy un ser humano completamente normal! ―farfulla, casi ininteligiblemente― He vivido toda mi vida como una persona corriente. Ayudo a mi madre en casa, estudié, tenía calificaciones excelentesM nunca ocurrió nada extraño a mi alrededor ¡no soy un mutante! ¡no lo...!
―¡Cállate ya! ―estallo finalmente, dando un golpe contra el volante― ¿Entonces qué estás haciendo aquí? ¿por qué estás tan seguro de que fuiste tú quien me atacó?
―Ya te lo he dicho. No es la primera vez que sucede algo extraño cuando toco a un mutante. Hay una chica... una chica con piel escamada. Nunca había visto nada igual en mi vida. Pero cuando la toqué, todas sus escamas desaparecieron y se convirtió en una muchacha normal. Su piel era normal, comenzó a lucir humana, hasta que dejé de tocarla.
Le miro sin comprender, intentando mantener bajo control la abruma que empieza a invadirme. Cierro los ojos intentando concentrarme y él guarda silencio, en espera de que diga algo; pero no hay nada que pueda decirle; yo mismo no puedo entenderlo. Le miro otra vez, es un chico completamente normal; parece un ratón asustado. Jamás tuvo contacto con mutantes y de pronto... ¿de pronto este niño es capaz de descontrolar mis poderes y devolver a un mutante zeta a su apariencia humana?
―No puedes estar hablando en serio ―concluyo, incapaz de creerle, prefiriendo pensar que solo es un idiota jugando a ser un superheroe e inventando historias― ¿crees que esto es un juego niño?
―¡No! ―vocifera, luciendo ofendido y desesperado― No estoy jugando, te estoy diciendo la verdad.
―Bájate de mi vehículo. Hablo muy en serio, si vuelvo a verte rondando la mansión no voy a tener piedad. Olvida la cara de los muchachos que viste y olvida la mía, es la última vez que lo repito.
Sin darle tiempo a explicarse, abro la puerta del copiloto y le doy un empujón arrojándolo fuera. El muchacho tropieza y se va de rodillas al piso. Se levanta rápidamente y se aparta de la camioneta. Estoy a punto de partir para irme, cuando siento un fuerte estruendo que hace vibrar la puerta del copiloto. Me quedo de piedra, y enrosco los dedos con tanta fuerza en la goma del volante, que mis uñas se hunden en la cubierta de espuma. Cierro los ojos sintiendo como un estremecimiento me sacude y la cólera me sube al rostro. El maldito mocoso le ha dado una patada a mi camioneta.
Me salgo de la cabina de la camioneta convertido en una fiera sedienta de muerte. ¿Cómo se atreve...?
Me aproximo listo para agarrarlo por el cuello, pero el chico corre:
―¡Lo siento! ¡lo siento! ¡lo siento! ¡necesito que...! ¡...necesito que me escuches! ¡por favor, escúchame!
Pero lo ignoro mientras corro detrás de él. Todo lo que quiero es asesinarlo. A nuestro alrededor no hay nadie. Así que veo mi oportunidad. Aunque no quería usar mis poderes con él, no hay otra forma en que pueda alcanzarlo. Aunque sea necesito meterle un susto para que aprenda a no meterse con propiedad ajena. Elevo una mano al frente, en su dirección, y veo como se para en mitad de su camino y cae al piso sacudido por el golpe de una onda sónica. Rueda tres veces sobre el piso y es tiempo suficiente para quedar encima de él.
―No me hagas enojar otra vez, niño. Como vuelvas a meterte con mi camioneta me aseguraré de que el último sonido que escuches sea el de tus piernas partiéndose.
El chico me observa con una mirada llena de pánico. Confío en que haya aprendido la lección y me alejo de él. Pero antes de seguir caminando, siento su mano atenazando mi muñeca. Aprieto el puño de la otra mano contra mi muslo. La paciencia que me queda se siente como si raspara el fondo de un contenedor con una cuchara. Su otra mano se cierra sobre mi antebrazo y estoy listo para golpearlo; pero me toma completamente por sorpresa el momento en que me giro y veo enrojecidas las esquinas de sus ojos; a punto de anegarse.
―Por favor... ―suplica― Necesito respuestas... No soy un mutante. Nunca lo he sido.
Le miro, completamente destrozado.
―Si hay alguien en ese sitio con quien pudiera hablar; quien pudiese darme una respuesta.... Es todo lo que pido.
Suspiro. ¿Qué haría Aidan? ¿Qué haría Xavier?
El chico no parece mucho mayor que mis muchachos. Que Finch y que Gato. Es solo eso, un muchacho asustado, de frente a un mundo desconocido. No parece que tenga malas intenciones. Aidan le daría una oportunidad; no me cabe la menor duda. Pero si este chico es dueño de una habilidad tan asombrosa como la que insinúa tener ¿es seguro tenerlo en la mansión? ¿es seguro tenerlo cerca?
―Muchacho ―le digo, derrotado―. ¿Seguro que quieres oír esa respuesta, aún si no es la que tú esperas? ¿aún si esta te decepciona?
―Eso quiero. Prometo desaparecer después de tu vida.
―¿Entiendes que si fueras un mutante, no tienes otra elección? ¿que no hay nada que puedas hacer para remediarlo?
El chico baja la mirada, atormentado. Es claro que albergaba una esperanza completamente diferente.
―Aún así... ―masculla―Quiero saberlo. ―para mi sorpresa se las arregla para sonreír y forzar una risa― Sé que no soy un mutante. ¡No hay forma de que pueda serlo! Solo... me quedaré más tranquilo si alguien me lo puede confirmar.
Meneo la cabeza, pero debo darle crédito por su optimismo. Camino de vuelta a mi camioneta y cuando subo,le hago una seña por la ventanilla para que vuelva a subirse. Él obedece, inseguro, y se sube al asiento del copiloto.
―Sólo una cosa más ―le digo―. Si le has hecho un solo rayón a la camioneta, te voy a masacrar ¿me oyes?
―Sí ―asiente él, y conducimos ambos de vuelta a la mansión.
- RJ - Exteriores y Jardines de la mansión:
- Cuando llegamos nuevamente a las puertas de la mansión, y me estaciono fuera de sus murallas, le arrojo una breve mirada al muchacho a mi lado. Él se mueve inquieto y titubea con el afán interrogante de mis ojos, sin saber qué decirme. Realmente mis dudas no están dirigidas a él; sino a mí, en lo que a él respecta. ¿Estoy haciendo lo correcto? ¿es seguro dejar entrar a un mutante sin control de sus poderes en estas circunstancias tan delicadas? Aidan aún no ha despertado de su descanso, y los alumnos mayores están con la guardia baja. Ante de hacer nada necesito consultarlo con el resto de los profesores. Pero no puedo dejar a este chico sin ningún tipo de supervisión:
―Espérame aquí ―le digo, severamente―. Primero tengo que hablar con mis compañeros. No entrarás a la mansión hasta que yo te diga que puedes hacerlo. Y no salgas del auto.
Espero su confirmación y él me da una rápida y nerviosa cabeceada. Con esto, salgo de la camioneta y entro a la mansión.
No alcanzo a dar cinco pasos cuando la mansión desaparece frente a mi rostro y en su lugar aparece un fino rostro de grandes ojos azul-celestes que me examinan ansiosamente:
―Pero ¿a donde te has ido ahora? ¿no te puedo perder de vista quince minutos sin que consigas escabullirte y largarte de vuelta a la agitación de esa... urbanidad, que tanto te gusta? ―me reclama.
―Tenía algo que hacer ―respondo a la brevedad, y entonces, miro a Finch y luego a los portones de la mansión, y tengo una idea―. Finch, necesito un favor.
Jared pone los pies firmes a unos cuantos centímetros del piso y se lleva una recta palma a la frente en un saludo militar:
―A sus órdenes, capitán.
―Tenemos una situación, pero necesito que seas discreto.
―Ya me he guardado demasiados secretos, señor Russell. Y no me han llevado precisamente a situaciones agradables. ¿Qué le hace pensar que estoy dispuesto a guardar más?
Ruedo los ojos:
―Sólo vigila mi camioneta, que está afuera.
Finch me mira extrañado unos segundos, pero se encoge de hombros y emprende el vuelo, pero alcanzo a agarrar su tobillo y lo jalo de vuelta al piso para detenerlo. Él me mira por encima de su hombro, con sorpresa.
―Caminando, Finch. Más bien... necesito que vigiles a la persona que está dentro.
Finch vuelve los ojos en rendijas:
―¿No será...?
Asiento, con pesadumbre.
―Pero mi amigo ¿el mismo joven al que echaste prácticamente a patadas de aquí? ¿le has traído? ¿por qué?
―Te contaré más tarde, por ahora necesito que le vigiles.
―Russell, esta no es una forma apropiada ni cortes de tratar a un visitan...
―No es un visitante ―gruño, empezando a perder la paciencia―. Para mí sigue siendo un intruso; por eso está afuera. Primero necesito hablar con el resto de los profesores y explicarles la situación.
Jared suspira, rodando los ojos y da una cabeceada:
―Me limito a cumplir órdenes entonces.
―Te vendría bien hacerlo de vez en cuando. Una última cosa ―le digo, cuando emprende una caminata normal hacia las puertas de la mansión.
Cuando Finch voltea a verme, me inclino en su dirección hablando bajo:
―Bajo ningún concepto, por ningún motivo, permitas que te toque.
La curiosidad salta a sus ojos y se pone ceñudo de nuevo, pero no le permito que me haga más preguntas. Me retiro y tras avanzar unos cuantos metros, volteo para asegurarme de que ha cumplido mi petición y ya no le veo, así que apresuro el paso y me dirijo al interior de la mansión para hablar con los demás.
- Finch:
- Nuestro invitado ya no es el curioso joven que se apareció ante nuestra mansión hace tres cuartos de hora... Ahora más bien parece un ratón asustado que le acaban de quitar al gato. Meneo la cabeza. Russell...
Me aclaro la garganta y me acerco, tocando en el vidrio de la camioneta, ante lo cual, el chico pega un brinco que casi le hace darse contra el techo de la camioneta. Levanto las manos frente a mí en afán pacificador y luego con mi mano derecha hago en el aire el afán del movimiento circular de estar abriendo una ventana, para que abra la ventanilla y pueda escucharme. Aquel titubea unos segundos, pero mi más amigable sonrisa logra convencerle.
―Me disculpo en nombre de mi amigo Russell ―le digo, genuinamente apenado―. No es precisamente cálido con los extraños, pero es un buen chico.
El joven abre la boca un par de veces sin que ningún sonido salga de ella y luego asiente con la cabeza.
―Mil disculpas si la memoria me falla, pero estoy casi seguro de que no he escuchado tu nombre.
―Es... es Dominic ―farfulla―. Lo siento.
Doy una cabeceada con una sonrisa y estoy a punto de extenderle mi mano para presentarme, pero recuerdo la extraña advertencia de Russell y en cambio me quito el sombrero de la cabeza para hacer un saludo:
―Jared Bolton, a tus servicios. “Finch”, para los amigos.
―”Finch” ―repite el muchacho― Es un nombre curioso.
Contengo las ganas de explicarle por qué me apodan de esa forma. Si Russell no considera que nuestro invitado sea alguien de fiar todavía, más me vale confiar en su juicio. Le examino con discreción. Parece un humano completamente normal. Y su mirada continua pareciéndome la de un ratón. Demasiado inofensiva como para empezar a concebir que pueda resultar en una amenaza. Pero por una razón debe estar aquí. Aún no es demasiado tarde para extenderle mi mano y ver qué pasa. ¿RJ hablaba de una forma literal?
La curiosidad empieza a carcomerme. Muero por preguntarle qué hace aquí, pero mi educación no me lo permite hacerlo directamente.
―¿Mi amigo te ha dejado aquí en el calor? ¿por qué no te ha invitado a pasar? ―pregunto en cambio.
―Me dijo que antes debe consultarlo con otras personas.
―Ajá. Bueno, en todo caso, me encareció hacerte compañía en lo que él demora en volver.
―¿Él... te pidió eso? ―me pregunta dudosamente y me veo obligado a asentir. “Hacer compañía” suena mucho menos amenazante que “vigilar” en todo caso... Pero su suspicacia me da una idea de la forma en que se ha estado comportando Russell. Me extraña que nuestro amigo se porte de forma hosca con alguien que no le ha hecho nada; eso no es propio de Russell aunque no sea especialmente sociable; y la forma en que le corrió la primera vez, parecía que se conocían de otra parte. Y entonces llega a mí un dramático recuerdo de lo que me dijo la tarde que llegó a la mansión luego de visitar a Aidan:
“Toqué su mano. Y tuve una sensación extraña. Como si todo a nuestro alrededor se descontrolara...”
“Perdí el control de mis poderes, Finch.”
Me quedo frío de pies a cabeza ¿podría ser este chico la misma persona que consiguió alterar de esa manera a RJ? Eso explicaría su extremo estado de alerta, así como su advertencia. Todo tiene sentido ahora. Retrocedo inconscientemente cuando el muchacho sale de la camioneta:
―Dentro hace demasiado calor. No se cómo rayos esperaba que aguardara allí hasta que regrese. ¿Crees que podrías ir a buscarlo?
Busco una evasiva rápida:
―No quisiera intervenir en lo que sea que tenga que consultar con nuestros superiores, lo siento. Pero ya no debe tardar ―le sonrío nerviosamente. ¿Quien es este extraño joven? ¿por qué está aquí?
- RJ - Despacho de Aidan:
- Dada la hora que es, tengo una idea más o menos clara de donde puedo encontrar a mis colegas, y me dirijo a una pequeña sala junto al despacho de Aidan donde los profesores acostumbran a sentarse a tomar café por las mañanas, antes de comenzar el día. En cuanto pongo un pie dentro, siento que el corazón me da una sacudida y me estremezco de no ver ni a Allan con su expresión agria, ni a Aidan, sonriéndome a sus anchas. Allí solo veo los rostros cansados de tres mujeres, Rox, Fabiola, y Amanda, la enfermera del colegio y un tercer rostro que es más esporádico; Nash.
―RJ ―me saluda Rox―. ¿Te sirvo una taza?
―Necesito hablar urgentemente con todos ―digo sin rodeos, y soy victima de cuatro miradas llenas de pavor. Soy consciente de que no han sido las palabras más adecuadas para pronunciar tras todo lo que ha pasado últimamente―. Calma. No se trata de ningún peligro ―me corrijo, sintiendo algo de culpabilidad; pues no estoy del todo seguro de que no sea así.
―Por amor a todo, Russell, habla de una vez ―me compele Fabiola, dejando su taza sobre la mesa de café frente a ella. Los demás prestan atención.
―Esto concierne a Aidan, pero no pienso despertarle. No veo por qué no podamos manejar esta situación sin él ―sin más preámbulo, paso a sentarme en medio de todos―. Hay un muchacho afuera. Hace un tiempo, tuve un furtivo encuentro con él en la ciudad y tuvimos un incidente que no me ha dejado dormir tranquilo. Por medio del contacto, consiguió hacer que mis poderes se salieran de control momentaneamente.
―De qué estás hablando? ¡se claro, por favor! ¿Quien es ese muchacho? ―Rox está perdiendo la paciencia.
―No tengo la menor idea. No se de donde viene o quien es. Pero de alguna forma consiguió dar con la mansión para encontrarme.
―¡Esto es estupendo! ―exclama Rox. No la culpo por estar nerviosa; es quien ha tenido que lidiar con todos los problemas que han habido desde que Aidan está incapacitado de hacerlo.
―Déjame terminar. No parece tener malas intenciones. Esta es la situación. Asegura haber tenido incidentes similares en el pasado. Habló de una mutante zeta, a la cual consiguió devolver su apariencia humana solo con tocarla.
―Eso es imposible ―asevera Amanda―. Por años se ha buscado una cura a la condición mutante. Incluso puedo creer el hecho de que exista uno con la capacidad de alterar los poderes de otro mutante; pero que alguien haya conseguido curar el aspecto físico de un zeta... es inconcebible. El chico debe estar mintiendo.
―Eso pensaría si no hubiese sido testigo directo de lo que puede hacer. La única parte de su historia que estoy dispuesto a creer, es la que a mi me compete, porque yo mismo lo pude comprobar. Tengo muchas dudas de lo que pueda estar pasando; lo único que se, es que si ha conseguido dar con la mansión, no podemos pasarle por alto.
Amanda suspira y Fabiola se adelanta antes de que pueda pronunciar otra palabra:
―¿Exactamente qué ha venido a hacer aquí?
Todos prestan atención:
―Quiere información sobre el colegio. Él sabe quienes somos, y sabe qué es este sitio. No sé cómo ha podido averiguarlo; pero lo hizo. Y busca respuestas.
―¿A qué te refieres con “respuestas”?
―En lo que respecta a sí mismo. Es la parte más inquietante. Él mismo no parece tener la menor idea de lo que hace. Según dijo, jamás antes había tratado con mutantes. Él parece estar completamente seguro de que él no lo es. Pero todo indica que no es un ser humano corriente. Creo que deberíamos evaluar su caso.
―¿Y si fuera una trampa? ¿y si planeara infiltrarse? ―interfiere Rox.
―No puedo asegurar nada; por eso es que consideré que lo primero era consultar con la opinión de todos.
Mis compañeros callan y se limitan a mirarse entre ellos, indecisos. De pronto, ya nadie tiene ganas de seguir bebiendo café. Rox se inclina sobre sus rodillas, hundiendo los dedos en las raíces de su pelo:
―Sinceramente, no tengo la menor pista de qué es lo que debemos hacer.
―Quizás... ―habla Nash por primera vez― Deberíamos darle una oportunidad.
Todas las miradas se levantan a él; incluso la mía.
―Si nunca había tenido incidentes de este tipo; si ni siquiera había tratado nunca con un mutante en el pasado, y niega ser uno, entonces lo que está pasando ha de ser mucho más desconcertante y nuevo para él de lo pueda ser para nosotros. ¿Y si se tratara tan solo de alguien desorientado y perdido? No puedo hablar por Aidan, pero tengo el presentimiento de que al menos, él le escucharía antes de decidir nada.
El razonamiento de Malcolm nos deja a todos en silencio; pues tiene razón.
―Está afuera. Finch le está vigilando. ¿Qué haremos entonces? ―pregunto, por última vez, antes de decidir si darle una oportunidad al muchacho, o devolverle por donde vino.
Rox evalúa la mirada de todos y luego levanta la suya hacia mí. Parece haber tomado su decisión:
―Tráelo aquí.
Asiento con la cabeza y me levanto para ir en busca del chico. Cuando cierro la puerta tras mi espalda, alcanzo a escuchar que se libra otro agitado debate.
- Finch - Exteriores y Jardines de la mansión:
- Después de hablarle al muchacho a mi lado de cuan grandes son los jardines de la mansión, lo que se sirve en la cafetería y lo aburridas que son las clases de matemática; todo eso, cuidando de no cometer la indiscreción de revelar algún detalle importante, empiezan a acabarse mis temas de conversación para mantener ocupado al visitante. Él no parece interesado en mi charla en lo más mínimo. No deja de arrojar miradas ansiosas a las puertas de la mansión. Y aunque hemos encontrado un sitio bajo la sombra de una de las murallas; el calor empieza a notarse.
―Ha tardado mucho ¿verdad? ―comenta.
―Este tipo de cosas toman tiempo, mi buen Dominic.
―Puedes decirme Dom ―me dice distraídamente, y esta pequeña muestra de confianza, logra transmitirme algo más de seguridad. He mantenido todo el tiempo una cautelosa distancia con el chico, alertado por la advertencia de Russell, pero en todo este tiempo no ha dejado de parecerme un sujeto normal y corriente. RJ dijo que no debía dejar que me tocara; pero esas no parecen ser sus intenciones. De hecho he tenido problemas intentando que no me ofenda el que apenas haya querido mirarme en todo este tiempo, mientras le hablo. Una silueta aparece ante nosotros y estoy a puto de suspirar de alivio ante la oportuna aparición de Russell; pero quien aparece en su lugar, es Gato.
Observa al chico, y luego a mí, de forma interrogativa. Debe de estar tan sorprendido como yo del hecho de que el muchacho al que Russ echó hace una hora, esté en este momento de nuevo frente a las puertas de la mansión.
―¿Va... todo bien? ―pregunta en voz baja y tentativa.
―No puedo decir eso, amigo mío. Hace calor y el “estar de pie” por tanto rato ―digo, con un ligero énfasis en esa expresión, esperando que Gato entienda a qué me refiero―, está resultando aburrido.
―¿Por qué están aquí afuera?
―Esperamos a Russell. Ha ido adentro a deliberar sobre ciertos... asuntos. Con el resto de los profesores; en lo que respecta a nuestro amigo, aquí. Por cierto, su nombre es Dominic.
―Hola ―saluda aquel, y añade―; de nuevo.
―Shane ―dice Gato, y agradezco su costumbre de saludar con una cabeceada a la gente; pues aquello me evita el tener que saltar en medio, con una excusa, para evitar un estrechamiento de manos.
―Si no te es inconveniente, puedes quedarte a hacernos compañía un rato.
Gato parece captar la insistencia de mi voz y ocupa lugar junto a mi. Su compañía me es reconfortante y me siento un poco menos nervioso.
- Dominic - Exteriores y Jardines, Planta Baja:
Miro nerviosamente a los muchachos a mi lado intentando mantener en todo momento mis sentimientos bajo control y evitar por todos los medios posibles que no se me note lo inquieto que estoy. Si estoy en lo correcto; si este lugar es real, los muchachos que están a mi lado en este momento podrían perteneces a esa extraña clase de humanos que hasta hace poco eran un mito para mi. Podrían ser mutantes. El muchacho de pelo castaño parece perfectamente normal; sin embargo el otro... hay algo extraño con él aunque no logro identificar qué es. Sus movimientos me hacen pesar que estuviera al acecho. Y sus ojos tienen un color extraño. Estoy seguro de no haber visto jamás ese tono de verde. Evita mirarme e inconscientemente me encuentro buscando su mirada insistentemente, al punto en que gira la cabeza completamente lejos de mi y capto que se ha dado cuenta de mi afán de verlo y eso me avergüenza. Me estoy comportando de un modo poco cauteloso. Si estos muchachos fueran mutantes no conviene hacerles enfadar. Intento hacerme una idea de cuales serán sus poderes. Finch intenta platicar, y Shane se limita a acompañarnos recostado contra la pared de la mansión, como si estuviera ausente.
De pronto, para mi sorpresa, aparece frente a nosotros el motociclista (el cual de hecho conduce una pick up; pero me he acostumbrado a decirle así). Aquel le echa una breve mirada a los muchachos que me acompañan y les indica algo con un movimiento de cabeza:
―Me encargaré a partir de ahora.
Los chicos se retiran en silencio; Finch me dirige una sonrisa amigable antes de marcharse y susurra un:
―Que tengas un buen día.
El hombre de pelo largo se queda de pie unos momentos frente a mí y tamborilea con el índice sobre su propio muslo, observándome como si intentara determinar qué hacer; y espero que echarme a patadas o masacrarme; o ambas; no esté en su lista de posibilidades. Tras un largo suspiro, me hace a mí una seña con la cabeza y me compele a seguirlo.
Camino detrás de él en silencio, aunque me incomoda el hecho de que parece que me observa todo el tiempo por el rabillo del ojo, como si estuviese esperando el momento en que haga algún movimiento en falso para caerme encima y asesinarme. Producto de mi nerviosismo me encuentro tropezando con mis propios pies más veces de las que puedo contar. Cuando dejamos atrás los esplendorosos jardines llenos de hierba verde y arboles en flor que flanquean la entrada, cruzamos una enorme puerta de caoba rojiza que nos conduce al interior de la mansión. Es tan impresionante por dentro como lo es por fuera. Casi estoy esperando que parezca frente a nosotros algún monarca y tenga que inclinarme para saludarle. El sitio parece estar impoluto. Me extraña no ver a alumnos cuando se supone que esta es una escuela, y entonces reparo en dos chicos que me observan calladamente desde el final de las escaleras y que se retiran rápidamente cuando me fijo en ellos desapareciendo en el segundo piso. Otro muchacho me ve desde el final del corredor al que nos dirigimos y cambia rápidamente el rumbo de sus pasos para no encontrarse conmigo. No alcanzo a distinguir ninguna cara antes de que esta se oculte de mi mirada. Parece una casa llena de vampiros. Y empiezo a pensar que el sujeto a mi lado podría ser más peligroso de lo que aparenta; pero entonces caigo en cuenta de algo que no me había pasado por la cabeza... ¿están... huyendo de mi?
Trago saliva e intento buscar a más gente a mi alrededor ¿a donde estoy siendo conducido y por qué camino en esa dirección desconocida como si nada? Me paro abruptamente sobre mis pasos y el hombre que me guía se para ipso-facto y me liquida con la mirada:
―¿Qué pasa?
Me estremezco sin saber qué hacer y me armo de valor para preguntar:
―¿A donde me llevas? ¿hablaré con el director?
―No. No le veremos. ―dice él sin rodeos― Camina.
Siento escalofríos y empiezo a dudar ¿por qué he venido a este sitio? Me acabo de dar cuenta de lo que estoy haciendo. He descubierto una madriguera de la que es la más odiada peste de los últimos tiempos, y me he metido dentro sin pensarlo dos veces. Descubrí algo que no debía, y encaré; solo; a las personas involucradas. No me están llevando con el manda más... quizás lo que intentan es deshacerse de mi para que no hable. Doy un paso atrás de forma involuntaria. He sido un idiota.
―Cambié de parecer ―le dijo al hombre... RJ es su nombre.
―¿Qué? ―articula él con la mandíbula descolocada de incredulidad.
―Me iré ahora mismo, no es necesario que me lleves a ver a nadie.
―Dijiste que...
―Sí, pero he cambiado de parecer. No hay forma de que yo sea un mutante ―farfullo, y añado―. Esto es una mala broma ¿verdad? ¡soy un idiota! Los mutantes no existen; son inventos de la prensa para distraer a los ciudadanos de los asuntos importantes. No se qué estoy haciendo aquí ―me rio como un lunático.
―¿Has... perdido la cabeza? ―me dice RJ con el ceño fruncido.
Más bien es que no quiero perderla, me digo.
Estoy a punto de dar la media vuelta e irme; aunque no estoy seguro de qué tan prudente sea darle la espalda a un mutante pero me encuentro de frente con otro rostro. Una mujer. Es rubia, alta y... jodidamente hermosa. Trago saliva.
―Así que aquí tenemos al pequeño intruso ―dice con una encantadora sonrisa. Cuando volteo por sobre el hombro, el motociclista ya no está solo. Detrás de él hay otra mujer, una morena igualmente hermosa, y detrás de ellos un hombre que me parece de entre todos el más inofensivos, per cuyo silencio me inquieta. De pronto hay cuatro personas acompañándome y se me cae el alma al piso. Estoy rodeado... ¿cómo he terminado aquí?
Última edición por LaurieCay el Mar Jun 14, 2016 5:19 pm, editado 1 vez
LaurieCay- Mensajes : 48
Fecha de inscripción : 12/06/2016
Re: La Mansión X
- Dominic - Despacho de Aidan:
- Sentado, rodeado de personas potencialmente peligrosas, y con una taza de café que tiembla en mi mano al punto de amenazar con derramarse sobre mis piernas, explico serenamente a las personas a mi alrededor, lo mismo que le dije al motociclista. Me escuchan con atención. Respondo a un par de preguntas, las mismas; tantas veces que ya no tengo que pensar en la respuesta; porque las tengo aprendidas de memoria “Nunca había tenido contacto con un mutante”. “Nunca sufrí incidentes extraños en mi vida, a causa de poderes mutantes.” “Nunca se me ocurrió que pudiera ser un mutante.” Mutantes. ¡Mutantes! Todo esto parece una broma. Espero que salga de atrás del escritorio un tipo con una cámara y me diga que estoy siendo víctima de una broma estúpida. Que RJ es un actor; que la escuela es en realidad solo un recinto para chicos genio, y que nadie pone en duda el hecho de que yo sea un ser humano normal y corriente. Es probable que así sea. Entonces ¿por qué tuve que venir a meterme a esta secta extraña llena de farsantes arrogantes que se creen que tienen poderes sobrenaturales?
La morena que se sienta tras el escritorio parece leer mis pensamientos en la expresión de mi rostro y se inclina sobre sus palmas:
—Esto te parece irreal ¿verdad? Has venido hasta aquí, porque sospechas que tienes poderes; pero no hay ninguna forma en que puedas probarlo.
—No necesito probarlo. No quiero confirmar que soy un mutante. Justo lo contrario, necesito que alguien me confirme que no lo soy. Porque sé que no lo soy.
—Entonces ¿por qué viniste hasta aquí para cerciorarte?
—Porque soy un idiota. Porque... —porque fui testigo de una mujer con piel escamada en una cama, entubada por cada cavidad posible, recobrando su forma humana, y porque en el momento en que el hombre pelilargo me tocó, fui capaz incluso de escuchar el aleteo de un pájaro en el cielo— Olviden todo lo que he dicho; de verdad. Probablemente sólo deba irme —musito, pero antes de que pueda levantarme, RJ se pone frente a mí y me deja de hielo en mi sitio sólo con una mirada.
—¿A donde crees que vas?
Miro aterrorizado a las mujeres presentes, pidiendo una explicación. Clemencia. ¿No van a dejarme marchar?
—Dominic ¿entiendes que tu situación aquí es delicada?
—¿Qué quiere decir?
—Fuiste tú quien vino a este sitio en primer lugar. Si no quieres las respuestas que viniste a buscar; ese no es nuestro problema. Pero estamos pasando por alto un detalle importante.
Siento que se me cae el alma al piso otra vez cuando la morena se levanta de su sitio en el escritorio y camina hacia mí:
—¿Cómo fue que encontraste este sitio? ¿por qué sabías quienes éramos y qué es en realidad esta institución?
Me quedo mudo. Una coartada... una coartada.
—Yo... sólo lo adiviné.
—Sabias que me encontrarías aquí. ¿Cómo? —tercia RJ, situándose junto a la morena y sitiándome en mi silla.
Si les digo que trabajo en un laboratorio donde se entuba, tortura y asesina a los de su especie, (detalle que he omitido de manera sacrosanta), no solo no me dejarán marchar, exponiéndose a que les delate; sino que tendrán aún más razones para asesinarme a mí.
—Déjenme ir —trago saliva—. No le diré a nadie de este sitio. Solo quería aclarar mis dudas.
—Es preciso que respondas a nuestra pregunta, Dominic —dice la otra mujer, la chica de cabello castaño dorado a la que llama Fabiola—. Si fuiste capaz de dar con este lugar, es probable que cualquier otra persona pueda hacerlo por el mismo medio. Si nos hemos expuesto de alguna forma sin saberlo; es necesario enmendarlo tan pronto como sea posible.
—Yo... bueno, yo... —balbuceo, sin saber qué decirles—. Un... un folleto. —digo, recordando uno de los papeles que había en la carpeta, que era un folleto con retratos aunque no puedo recordar si RJ estaba allí. Si es un maestro de este colegio, DEBE de estar ahí.
—¿Folleto? —preguntan.
—Un folleto de este colegio. Reconocí allí al señor Russell; entre los maestros. Y vine —suspiro aliviado, pensando que me he salvado. Hasta que me veo fusilado por una mirada de la morena.
—Eso es imposible —me encasqueta—. Russell... no es un maestro.
Dejándome llevar por un arrebato que es más fuerte que yo, estrello la taza sobre el piso, haciendo que retrocedan de forma instintiva, para evitar el liquido caliente; momento en que yo aprovecho para saltar de la silla y lanzarme hacia la puerta para escapar.
Alguien me alcanza antes de que pueda llegar a la puerta, y ejerce tanta fuerza al asir mi brazo que imagino que se trata del motociclista; pero me quedo mudo de sorpresa cuando veo que se trata nada menos que de la mujer morena. Parece delgada y corriente, pero su agarre es de hierro y no me permite moverme ni un solo paso, ni aunque tire de mi brazo con toda mi fuerza.
Instintivamente, agarro el suyo para hacer que me libere.
—¡Rox! ¡NO! —grita Russell y en ese momento, me golpea nuevamente. Esa sensación hormigueante; como si se tratase de electricidad. La mujer frente a mí grita. Sus dedos alrededor de mi brazo se vuelven flácidos, como si fueran los de una persona sin vida, y la chica cae sobre sus rodillas, como si la fuerza de sus piernas la hubiese abandonado completamente. Russell se precipita a ayudarle y de nuevo, actúo de forma instintiva, suelto a la mujer y extendiendo la mano hacia él para alejarlo de mí. Y en el momento en que toco su pecho, las descargas aumentan, al punto en que siento que me palpita el corazón en la cabeza pulsándome contra los ojos y un calor insoportable se apodera de mi cuerpo. La misma sensación de la ciudad. El silencio se convierte en un ensordecedor ruido blanco, como el de un televisor con interferencia. Soy capaz de escuchar latidos, respiraciones, el sonido de un parpadeo; todo entremezclado en el siseo hormigueante, y que hace que todos se cubran los oídos. Los ojos de RJ adquieren un resplandor extraño y parece que ha perdido la consciencia aun estando en pie, y las sensaciones se magnifican. El ruido es insoportable; y no solo eso, puedo sentir como si estuviese rodeado de amplificadores, con las perillas del bajo a tope. La habitación vibra y se sacude. Siento que está a punto de estallarme la cabeza. A mi alrededor todos parecen ser víctima de los mismos efectos, pues de pronto todos están con la guardia baja y puede ser mi oportunidad de escapar. La morena hunde los dedos en las baldosas y las perfora, haciendo que se partan bajo su mano como si se trataran de placas de hielo finísimo. Aterrorizado de que habiendo recuperado su fuerza vuelva a agarrarme y me parta un brazo con la facilidad en que sus dedos han destrozado una baldosa, me aparto, y salgo rápidamente por la puerta. No se a donde correr ni qué hacer.
—¡Que no escape! —siento que grita alguien a mis espaldas.
Y siento un escalofríos recorrerme cuando una voz diferente; una voz suave, de varón grita
—¡Fabiola, no! ¡podrías matarlo!
Jadeo completamente aterrorizado ¡¿qué intentan hacerme?! Sólo corro; corro, nada me importa...
Frente a mí; repentinamente, una explosión con luces coloridas que me hace detenerme en mis pasos y tambalearme. Volteo sobre mi hombro y allí está la otra mujer. Su pose me recuerda a la de un depredador a punto de atacar. El brillo en sus ojos se ha perdido y juraría que puedo verlos vacíos, y en ellos mi reflejo. La otra mujer, se abre paso empujando la puerta con tanta fuerza, que esta sale volando y se estrella contra la pared, y mi instinto de supervivencia me urge a correr de nuevo. Tengo a dos depredadores detrás. No son humanos. Estas cosas no son humanas. Y no hay manera de que yo pueda ser uno de ellos. Empiezo a correr otra vez. El motociclista no está aquí. La furia de las mujeres que me persigue sólo puede indicar que algo le ha ocurrido... Algo que yo le he hecho; y me siento un ser humano terrible por estar huyendo y dejarle así. Yo soy mejor que ellos; son un humano... y aún así, mi vida es mi primera prioridad. Me trago el arrepentimiento, con todo mi pesar y sigo corriendo. Tengo que salir de aquí.
Casi me salta el corazón cuando aparece frente a mi un obstáculo. Me resulta familiar; es el muchacho que estaba afuera. No es Finch; es el muchacho de pelo negro que le acompañaba. Aparece a fondo del pasillo, alarmado y su actitud es horrorosamente conocida. En cuanto me ve aparecer, y adivino, se percata de las mujeres que me siguen, su posición, la de un muchacho normal y corriente, cambia a ese talante depredador y es mucho más marcado que el de las otras mujeres.
—¡Shane! ¡que no escape!
Me detengo sobre mis pasos de golpe, y trago saliva cuando aquel se prepara para saltarme encima. El cosquilleo en mis manos, dejado por el efecto que produje en los mutantes en el salón del que acabo de escapar me recuerdan de lo que soy capaz; sin siquiera saberlo, sin haberlo sospechado en toda mi vida, y sin tener el menos control de mi persona sobre ello; pero de lo que soy capaz aún así. No quiero lastimar a otra persona; pero si esas personas quieren lastimarme, no me dejan opción. Extiendo la mano al frente, listo para tocarle, y rogando porque sea lo que sea que esté ocurriéndome, no decida abandonarme ahora. Nos separa medio metro de distancia y aprieto los dientes, pero otra fuerza me embiste por el costado. No la veo venir. En un momento tenia a mi lado una ventana, y al siguiente solo veo una silueta que entra volando por ella y el choque me lanza contra la pared en un doloroso aterrizaje. Estoy de pronto de espaldas en el piso, mirando el techo y sobre mí, un rostro de grandes ojos azules. No luce agresivo; solo preocupado.
—¡Finch, qué demonios! —dice una voz, y distingo por el rabillo del ojo al muchacho de cabello negro. Intento moverme para quitármelo de encima, pero es más fuerte; mucho más que yo.
—Pensé que Russell te había dicho que...
—Pero si no le estoy tocando —rebate él, y tardo un momento en darme cuenta de que así es. Nada me está deteniendo; nada físico. Y el muchacho sobre mi, no está encima de mí... levita por encima mío.
Mi cuerpo se siente pesado y no puedo moverlo. A mi alrededor se reúnen todos mis perseguidores.
—Buen trabajo muchachos —les dice la mujer morena cuando llega junto a nosotros.
—¿Qué ha pasado? ¿qué ha sido lo que ocurrió hace un momento? ¿acaso Russell...? —pregunta el muchacho de pelo negro, cuando el rostro de la morena palidece y lo hacen también el de ambos chicos cuando perciben la angustia en sus facciones. El muchacho de cabello castaño dispara una mirada en dirección a la puerta del pasillo por la que acabo de escapar, presa de un súbito terror. Sus pies encuentran abruptamente el piso.
—... ¿RJ? —susurra con labios temblorosos. Y en ese instante, la fuerza que me somete al piso, repentinamente me abandona y soy libre. Es mi oportunidad.
Me yergo con la bastante rapidez para alcanzar la mano de Finch; pero el otro muchacho, Shane, se percata de mi intención y atrapa mi mano en mitad de mi intento. La electricidad de nuevo, esa sensación hormigueante, el calor... Shane jadea como si algo lo hubiese golpeado y cae sobre sus rodillas. Y en ese instante, Finch se percata de lo que ocurre, y como acto reflejo, su primera reacción es intentar librarle de mi agarre, aferrando él mi mano por su parte. Y ocurre algo que hasta ahora en todos mis incidentes, no había ocurrido. El efecto también me golpea. Me sacude una potente descarga y grito. Los muchachos frente a mí se retuercen sobre sí mismos, parecen victimas de un inmenso dolor y la expresión del rostro se les vuelve un rictus. Les suelto al cabo de lo que parece medio segundo, porque yo tampoco puedo soportarlo, y la morena se lanza hacia mí. Pero se detiene sobre sus paso cuando levanto la mano al frente, usando mis últimas energías, y empiezo a dar pasos en retroceso.
—¡Por amor a Xavier, deja que se largue! —dice una voz que reconozco como la de la mujer vestida de enfermera que estaba en un rincón del salón en completo silencio; y quien ha aparecido de la nada, lanzándose contra la morena y luchando contra ella. Aprovecho la distracción de la mujer que me tiene acorralado, para levantarme y empezar a dar pasos tambaleantes. Pero... ¿Qué... ha dicho?
—¡Amanda! —grita la morena. Parece que aún no ha recuperado su fuerza. La mujer que destrozo una baldosa, que hizo añicos una puerta, se debate en los brazos de la otra como si fuera una pequeña y débil niña. ¿Por qué, si no he vuelto a tocarla?
—RJ no ha recobrado la conciencia. Dos alumnos fueron involucrados. Deja que ese maldito se vaya y nos deje en paz antes de que lastime a alguien más.
Sus palabras son suficientes para hacer que me arme de valor y empiece a correr otra vez. Y no me detengo hasta que he cruzado la puerta de la mansión, ante la mirada estupefacta de muchos ojos curiosos. No me detengo hasta que he cruzado el jardín frontal. Sigo y sigo sin parar.
- Finch:
- —Jared. Jared. ¡Finch! —me llama una voz conocida. Rox. Su voz suena tan alta que me ovillo sobre mí mismo en un afán inútil de bloquear el sonido estridente de su voz.
—No grites —jadeo, sintiendo que me pitan los oídos. Pero continua llamándome; no solo ella. Amanda. Me llaman; y llaman a Shane. Cuando me doy cuenta, esto de rodillas en el piso. "Jared" "Shane" "Jared" "Shane"... No griten ¿por qué todos están gritando?— ¡Silencio! —digo, por mi parte, y me sorprende el tono exageradamente alto de mi voz, aunque no pretendía gritar yo.
El vacío de mi visión se disipa cuando abro los ojos; y me asusto. El suelo parece estar a pocos centímetros de mi rostro; pero mi visión periférica es demasiado extensa como para estar mirándolo a la distancia en que me parece que le estoy mirando. Puedo ver cada mota de polvo, cada abertura en la madera. Huelo la madera, y es un olor penetrante. Huelo la cera que usaron para lustrarla, huelo tierra, lustre de zapatos, huelo jabón y limpia-pisos del baño, café mezclado con tierra... Todos los aromas me golpean con fuerza la nariz al punto de provocarme una arcada. Intento levantarme, pero mi cuerpo se siente pesado. Al erguirme, me hace falta usar mi fuerza. No la fuerza de mis poderes... mi fuerza física; mi fuerza... humana. Miro a mi alrededor. Rostros, paredes, motas de polvo flotando en el aire. Parece que todo se va encima. Volteo hacia la ventana y la luz del sol me hace sisear, sintiendo que me golpeara las corneas y me refugio bajo la sombra de mi brazo. Pero cuando me llevo la mano a los ojos, un dolor lacerante me recorre la sien. Aparto la mano de mi rostro, asustado y mis uñas ya no son uñas... son garras afiladas. Jadeo de sorpresa. Contengo el impulso de llevarme las manos a los ojos para frotármelos, creyendo que mi visión está borrosa y estoy siendo víctima de mi propia imaginación. Si esto es real, si estas garras son reales, fácilmente podrían sacarme un ojo.
Rox se acerca, de forma ta repentina, que doy un salto hacia atrás y mi espalda choca con la pared, entonces, un sonido extraño se abre paso por mi garganta y sale en la forma de un siseo que pasa por mi boca sin que mis dientes lleguen a juntarse. El corazón me late rápido. Ese sonido se me hace conocido; pero no de mí... ¿acaso he... bufado?
Roxxane retrocede atemorizada.
Empiezo a temblar frenéticamente. Los sonidos se magnifican, los olores me golpean, la luz me lastima los ojos, los objetos parecen tan cerca de mí que parece que van a golpearme, los movimientos de las personas pasan de una velocidad normal, a parecer en cámara lenta durante lapsos de tiempo. ¿Qué me está pasando? La advertencia de RJ retumba en mi cabeza. Apenas sí lo recuerdo, porque todas las sensaciones me abruman al punto en que mis pensamientos ya no son claros. Pero soy capaz de recordarla. No debía dejar que ese sujeto me tocara. Bajo ninguna circunstancia, y yo le he tocado. Pero no solo yo.
Alarmado, busco a mi lado a Shane, y le encuentro arrodillado sobre el piso, con las manos contra la cabeza. Intento acercarme, pero cuando doy un paso hacia él, una fuerza extraña me atrae hasta quedar doblegado a la misma altura que él, de rodillas sobre el piso. Esa fuerza me resulta conocida. Gato no está de rodillas solo porque sí. La fuerza de un potente campo de gravedad le está atrayendo... y no lo estoy generando yo.
—¿Shane? —mascullo, y en el momento en que mira en mi dirección, sus ojos se dilatan de sorpresa. Pero echo enseguida en falta un detalle de ellos que hacen que Gato sea Gato. Sus pupilas son normales. Y tengo una repentina idea de por qué él también me está mirando con sorpresa. ¿Acaso las mías... ya no lo son?
—Shane... ¿qué está pasando? —pregunto, sintiendo que el terror me invade por completo.
Gato me mira sin saber qué responder. Mira a su alrededor, confuso. Mira sus manos, confuso. Se que echa en falta algo que yo tengo ahora; algo que le pertenece, aquello que intercambio por lo que a mi me pertenecía. La realización le golpe a él también, y en ese instante, no solo yo; sino que todos los presentes, incluidos algunos alumnos curiosos que se han acercado a ver de qué va el escándalo, caemos victima de los efectos de mis poderes; que ya no son míos, y que están completamente descontrolados. Los cuadros de las paredes afanan hacia abajo hasta partir la delgada cuerda que los mantiene colgando de los clavos de los que cuelgan y se van al piso. Una maceta que adorna el pasillo vuela en dirección al techo y se parte, arrojando tierra y esquirlas de cerámica en todas direcciones. Tanto nosotros como las personas a nuestro alrededor nos vemos derribadas abruptamente— ¡Shane! —le grito. Instintivamente, intento ejercer mis poderes para controlar las intensas olas de aumento y disminución de la gravedad, que cambia una y otra vez sin control con cada movimiento de Gato; pero nada, ningun tipo de fuerza sale de mí. Estoy completamente vacío.
—¡Alejense! —les advierto a todos, y tanto Rox como amanda, retroceden a una distancia cautelosa.
Él no puede controlar mis poderes, así como yo no puedo controlar los suyos. Pero se como funcionan los míos, y se que si Gato no mantiene la calma, la planta superior se nos podría venir encima en cualquier minuto. Me agacho junto a él, con movimientos erráticos. No se si está lejos o cerca de mí, no comprendo cómo funciona mi nuevo sentido del espacio. Extiendo la mano para tocarlo a ver si de esa forma puedo darme una idea de a qué distancia se encuentra, pero mi mano se detiene antes de posarse sobre su espalda, cuando recuerdo las garras y me freno, temiendo hacerle daño. En cambo intento hablar:
—Shane, escúchame.
—Dime qué hacer. —sisea—. Finch dime qué hacer —demanda, sospecho que presa de mi mismo nerviosismo.
Una súbita fuerza me jala abajo, y paso de estar sobre mis rodillas, a quedar completamente tendido, y la presión sobre mi cuerpo me resulta insoportable. Sabía lo que mis poderes podían hacerle a las personas; pero jamás había sido testigo de cómo podía sentirse experimentarlo. Y es una sensación tan desesperante que me siento mal por habérselo hecho a mis amigos en el pasado, aunque usara poca fuerza y solo bromeara...
Gato lucha por mantenerse él mismo en pie. Pero las lamparas del techo estallan y caen cuando el repentino cambio en la fuerza de gravedad las atrae tan abruptamente, que el vidrio cede y se precipita en forma de miles de fragmentos que no llegan a tocar el suelo y que suben y bajan en el aire sin control.
—Tienes que mantener la calma —intento sonar calmado yo mismo aunque es difícil. El peso sobre mi cuerpo me está sofocando. No puedo explicarle a un mutante con habilidades físicas, cómo funciona una mutación psíquica. Lo único que tengo claro, es que si en efecto se trata de mis poderes, transferidos a él, un estado de alteración como aquel en el que ambos nos encontramos, es capaz de producir estragos—. Intenta pensar con claridad. Piensa en algo que te de calma. Piensa en... piensa en atún —intento bromear, pero mi intento de risa solo se convierte en un gemido amargo, a causa tanto de mi miedo, como de la sensación aplastante de la fuerza invisible— piensa en nuestros amigos. Estoy aquí, Shane. Piensa en mi. No quieres asesinarme ¿verdad? —intento reírme de nuevo—. No quieres tirarme el techo sobre la cabeza; o triturarme. Aún cuando robo tu ropa y me como tu comida ¿Verdad? —bromeo otra vez, intentando que no se note el temblor de mi voz—. Vamos, puedes controlarlo; eres mejor que yo dominando tus emociones —le recuerdo—. Si hasta me atrevo a decir que eras un mejor candidato que yo para poseer mis poderes.
Gato respira y siento que algo de calma ha regresado a su rostro; y los efectos de aquello son visibles. De pronto soy capaz de levantarme de nuevo, quedando sobre mis rodillas. Pero las esquirlas de vidrio dejan de flotar entonces, y caen a nuestro alrededor y sobre nosotros; y los dos nos ovillamos contra la pared para protegernos.
- Gato:
- Siento cómo, poco a poco, la cabeza deja de darme vueltas. O la habitación. No sé cuál de las dos es la que gira, pero la sensación de mareo se va reduciendo. Nunca en mi vida hubiera pensado que llegaría el momento en el que tuviera que aprender a controlar poderes psíquicos, más aún un poder tan destructor como es el de Finch. Pero, gracias a Dios, él está a mi lado, guiándome. Sé que tenía que controlarlo, y tenía que hacerlo rápido si no quería destruir la mansión. No quiero imaginarme el esfuerzo que tuvo que hacer Finch en su juventud para aprender a mantener sus poderes bajo control.
Aprieto los dedos contra la madera del suelo, con los ojos muy abiertos. Enseguida supe que algo andaba mal, al no ver las perspectivas, al no escuchar los sonidos y no sentir los olores. Luego, vino la vorágine. Y después, la sensación de que mis huesos y mis músculos estaban paralizados, incapaces de moverse por la fuerza de gravedad que los apresaba, una gravedad que yo mismo generaba y era incapaz de controlar. La sensación de presión, como si mi cabeza estuviera en una prensa, la migraña, era insoportable.
Cuando por fin el dolor de cabeza empieza a remitir, me siento capaz de fijar mi vista en los ojos de Finch. El iris azul es suyo, pero las pupilas irisadas son mías. Y eso quiere decir qué sé lo que está viendo, lo que está escuchando, oliendo y sintiendo. Durante unos instantes, veo en su rostro la tranquilidad de saber que el campo gravitacional se está disipando. Pero entonces, de golpe, algo nos sacude y nos empuja hacia la pared, estrellándonos con fuerza. Pero la sensación de pesadez en mi cuerpo desaparece junto con el golpe.
Me llevo la mano a la nuca, donde me he golpeado contra la pared. En un primer momento, traté de aterrizar de pie, pero ya no tengo mis poderes, por lo que el golpe me da más fuerte de lo que hubiera esperado.
- Finch – llamo a mi amigo.
Lo miro. Veo que se ha incorporado de rodillas y apoya las manos en el suelo. Pero se queda inmóvil. Y enseguida adivino por qué. Tiene la mirada clavada en sus manos, manchadas de sangre. De su propia sangre que mana de las heridas de las garras que le salen de los dedos. Y sé que el olor de la sangre le está ahogando.
- Finch – voy junto a él.
- No me había fijado hasta ahora… - dice él, haciendo una mueca de dolor. – Dijiste que no dolían…
Mi amigo trata de mover los dedos, pero cesa en su intento ante el súbito dolor. Antes, con toda la adrenalina de los campos gravitacionales y sus nuevos sentidos súper desarrollados, dudo que se hubiera percatado del dolor de los dedos. Y, por otra parte, las constantes sacudidas han debido de abrir más las heridas bajo sus uñas. Recuerdo perfectamente ese dolor tan desagradable, como si te clavaran miles de alfileres bajo las uñas. Y lo peor es la sensación de no poder hacerlos desaparecer, ni siquiera de poder ejercer presión para aliviar el dolor ante la alta posibilidad de cortarte con las propias garras.
- No pienses en el dolor, Finch – le aconsejo. – Ni en la vista, el oído, el olfato… Solo cierra los ojos y concéntrate en las garras.
- ¿No tienes un cortaúñas? – bromea él, y no puedo evitar sonreír.
Finch, positivo y bromista incluso mientras se muere de dolor. Suelta un siseo gatuno entre los dientes. Es raro escucharlo provenir de otra persona. Me gustaría tomarle las manos, pero sé que no serviría de nada.
- ¿Cómo las hago desaparecer? – pregunta.
- Tienes que retraerlas – le digo.
Finch suelta una risa nerviosa.
- Dices… ¿meterlas dentro de mis dedos?
Por el tono de su voz, puedo adivinar que no solo le parece una locura si no, además, humanamente imposible. Pero esa es la diferencia entre los mutantes con poderes psíquicos y los mutantes con poderes físicos.
- Tu cuerpo ahora es diferente, Finch – trato de tranquilizarlo. – Estas garras forman parte de tu esqueleto ahora, de tu cuerpo. Y, como tal, puedes controlarlas. Piensa en ellas como si fueran otra extremidad más.
- Son garras largas y afiladas… - dice únicamente él.
- Capaces de cortar cuellos y desmembrar a un elefante. ¿Quieres desmembrar a un elefante, Finch?
- No está en mi lista de cosas pendientes antes de morir, pero podría añadirlo – ríe suavemente mi amigo, y vuelve a dejar escapar otro siseo de dolor.
Suelto una risa nasal, y él toma aire un par de veces, tratando de calmar el dolor.
- Parte de mi cuerpo… - repite, tratando de concentrarse.
- Eso es. Ordena a tu cerebro que las retraiga.
- ¿Pero dónde las va a retraer si no hay sitio? – pregunta él, y puedo notar el agobio en su voz.
- No pienses como un humano. Eres un mutante. Un gato. Tu cuerpo tiene su propia forma – le explico. - Si te ayuda, piensa que debajo de los dedos tienes unas cavidades para guardar las uñas.
- Tienes unos poderes muy raros, Shane.
En cualquier otra situación le hubiera soltado que no soy yo el que tiene la capacidad de derrumbar un edificio entero, pero me lo ahorro. Lo que necesita ahora es relajarse.
- Venga Jared – lo animo. - Puedes hacerlo. Concéntrate.
Finch suspira y cierra los ojos, siguiente mi consejo. Con los ojos cerrados, sus sentidos hiper desarrollados se minimizan un poco, aunque los olores y los sonidos siguen ahí. Le veo arrugando la frente, haciendo fuerza, obligándose a sí mismo a pensar que puede “guardar” las uñas en algún sitio. Es difícil de pensar para un humano, incluso para un mutante, con una estructura ósea normal, que eso pueda ser posible. Miro las manos de Finch, ligeramente dobladas y manchadas de rojo. Aún se me hace extraño no oler su sangre.
De repente, Finch suelta un quejido de dolor, abre los ojos de golpe y me mira.
- Duele – se queja.
Asiento.
- Lo sé.
El dolor al retraer las garras es lo peor. Recuerdo que al principio me negaba a retraerlas, porque el dolor era insoportable. Prefería mil cortes en la piel, en las manos, en los brazos, en la cara, antes que el dolor que suponía retraerlas. Fue Aidan el que me ayudó a comprender que no podía seguir así, al igual que me enseñó a controlar mi visión y el resto de mis sentidos. Pero Aidan no está aquí, y nadie conoce mis poderes mejor que yo.
- ¿Va a doler más? – me pregunta mi amigo.
- ¿Quieres que te diga la verdad o algo que te vaya a ayudar a retraerlas?
Finch se toma un par de segundos en contestar. Con ese comentario, ya ha deducido que sí que va a doler. Pero también sabe que saberlo no le va a ayudar.
- Algo que me ayude – responde finalmente.
- No duele apenas – le miento.
Él me mira y asiente. Le lanzo una mirada cargada de decisión y apoyo, y él cierra los ojos de nuevo, toma aire un par de veces y se concentra. Sabe que va a doler, y ojalá pudiera prometerle que no va a doler, o pudiera hacer algo para evitarle el dolor, pero no puedo. Solo puedo contemplarle, y contemplar las garras que durante tanto tiempo han formado parte de mí causándole daño a mi mejor amigo. Finch aprieta los ojos y la mandíbula, y en cuanto veo aparecer sus dientes apretándose unos contra otros en una mueca de dolor, sé que la tortura ha empezado.
- Amanda, – le digo a la enfermera – prepara un trapo.
- Finch:
- "No duele nada. No duele" Me repito. Gato pasó por esto, y era mucho más joven de lo que yo soy ahora. Él no tenía a nadie entonces; pero yo le tengo a él. Al mejor maestro que podría pedir ahora mismo; al que aprendió esto primero que yo. Intento distraerme del agudo dolor pensando en que Gato también debe estar sintiéndolo y lo está soportando para poder ayudarme. Intento remontarme a mi niñez, cuando el dolor de cabeza que me producía el mantener a raya mis poderes, podía dejarme días completos postrado en cama sin querer comer o abrir los ojos, solo suplicando a todo porque acabase. Puedo hacer esto. "No duele" repito. No tengo el valor de mirar mis propias manos, no quiero ver lo que ocurre. Y el olor metálico y dulce de la sangre penetra con tanta fuerza dentro de mi nariz que casi puedo saborearlo y contengo las nauseas que me está provocando. Aun no tengo el valor de abrir los ojos. El dolor palpita con fuerza en las yemas de mis dedos, como si aquellas tuvieran vida propia. Por mucho que intente convencerme de lo contrario, esto resulta agonizante. Hace mucho que no recordaba haber sentido algo similar. Incluso cuando mis costillas habían cedido bajo la presión estranguladora del cabello de Mara.
—Eso es... —susurra Gato con suavidad. Me concentro en el sonido de su voz.
Aprieto los dientes y jadeo. Las manos temblorosas no me están ayudando.
—No es justo —boqueo, intentando que el aire me ayude a despejarme—. Es la segunda vez que tus garras me hacen daño. Merezco tus papas sabor a gamba por lo que queda del mes.
—La primera vez fue tu culpa —me recuerda él, poniendo una mano sobre mi espalda y reconfortándome. Aún no puedo abrir los ojos. Se que si lo hago no solo me golpeará la imagen de como deben verse mis dedos ahora mismo. También lo hará el mareo a causa de mi falta de equilibrio.
Siento pasos a mi costado. Se trata de Fabiola. Le susurra algo a Rox, pero para mi fortuna o desgracia; apostaría por lo segundo, soy capaz de escuchar todo lo que dicen:
—No ha despertado todavía. Le hemos acomodado en el sofá. Malcolm está con él.
—¿Nash no puede hacer nada? —masculla Rox, y finjo no oírles, pero al mirar por el rabillo del ojo, Gato me observa. Se que le desconcierta no poder oír lo que la gente murmura, pero a la vez, se que sabe que yo sí puedo, y le basta con la expresión en mi rostro para que el suyo se llene de preocupación. No puedo evitar sorprenderme. Al final he resuelto la duda que siempre me carcomía y la forma en que Shane puede leer hasta la más sutil de mis expresiones no tiene nada que ver con sus poderes felinos. No le hacen falta para saber que algo va mal, solo con mirarme a los ojos.
—No tiene heridas físicas —le explica Fabiola—. No hay forma de que pueda hacer algo. Parece haber perdido la consciencia. Pero su pulso es estable. Solo nos queda espera a que despierte.
Russell... algo le ha ocurrido. ¿Ha sido ese sujeto? ¿Dominic? A esto se refería RJ. Pero... ¿cómo es posible? ¿cómo alguien que ha podido intercambiar los poderes de dos mutantes, ha dejado inconsciente a una persona? ¿por qué?
Fabiola se fija en mí y tras mirarme ojiplática unos instantes, interroga a Rox:
—¿Esto lo hizo ese sujeto?
—No lo se. Parecen haber... cambiado —murmura, insegura.
—¿Cambiado? —Fabiola vuelve a mirarme, repara en mis garras cubiertas de sangre y en mis pupilas. Las que ahora deben verse de a forma en que deberían verse las de Gato. Y luego le mira a él a los ojos. Enseguida comprende y se lleva una mano a la boca:
—Es... imposible. ¿Cómo?
—No lo se. Cuanto me tocó, mi fuerza se desvaneció por completo. Luego fluctuaba. Como si hubiese un cortocircuito en mi cuerpo. Nunca había sentido nada similar.
—Tocó a Shane y a Jared al mismo tiempo ¿verdad? ¿A quien nos ha traído Russel?
—RJ —digo en un hilo de voz— ¿Se encuentra bien?
Fabiola y Rox intercambian una mirada y Fabiola asiente, insegura:
—Está ileso; pero perdió la conciencia.
Intento concentrarme. Ya no soy un pinzón. Ahora soy un gato. Inhalo una gran bocanada de aire y hago el último intento. Mi cuerpo es diferente. Lo que es natural para Shane debería poder serlo para mi ahora. Y ese pensamiento me ayuda a retraer las uñas. en el instante en que lo hago, noto un intenso dolor, caliente y pulsante. Me hace carraspear un ronco gemido. Reúno el valor de mirar mis manos y las garras ya no están.
—Lo tienes. —suspira mi amigo— ¿Te encuentras bien?
—Sí. Nací para esto. —bromeo, intentando que el malestar no se note tanto en mi rostro. Pero no se ha acabado ahí. Noto como la sangre empieza a manar con más fuerza. No soy capaz de verlo; lo evito a toda costa. Pero puedo oírla goteando sobre la madera y el olor me marea.
En ese instante, Amanda aparece con un paño en las manos y Gato lo recibe, poniéndolo debajo de mis dedos y procediendo a envolvermelos con él. Hago un respingo al contacto de la tela contra mis uñas... garras adoloridas, y me provoca aún más dolor cuando Gato la presiona contra mis dedos para detener la hemorragia. Siseo entredientes. Al menos creo que es un siseo hasta que Gato me mira de forma divertida y sonríe pacientemente:
—Acabas de bufarme.
Caigo en cuenta de que tiene razón y me río negando la acusación.
—¿A mi mejor amigo? ¡jamás!
—Vamos —nos dice Amanda, adelantándose a nosotros, y Shane me ayuda a ponerme de pie para después conducirme a la siga de ella.
—RJ —me detengo sobre mis pasos—. Quiero verle.
—No —dice Amanda—. Iras primero a la enfermería mientras Malcolm intenta resolver qué hacer con él.
No tengo mas remedio que obedecer y dejarme llevar. Estando Nash con Russell, no hay mucho que Gato o yo podamos hacer. Pero me detengo nuevamente en media marcha, de manera abrupta, quedando clavado al piso. Gato se detiene al tiempo que yo lo hago y me mira confuso:
—¿Qué pasa?
No pasa nada. Absolutamente nada. Y aquello es lo que me desconcierta. Algo debería estar pasando. Algo que hasta ahora no había echado en falta. Esa realización me golpea más duro que cualquiera de las anteriores y aún cuando mi cuerpo me indica que no podría haber en este momento un peor dolor que aquel como el de navajas incrustándoseme debajo de las uñas; mi mente opina diferente. Hay algo que me duele aún más... Miro a Gato tristemente e intento sonreír cuando le digo:
—No puedo volar.
- Amy:
- Los demás chicos comienzan a murmurar con curiosidad y algunos corren en dirección de donde proviene todo el escándalo, pero los mayores obligan a los mas jovenes a mantenerse en su sitio, por si cualquier situación de gravedad se este dando. El ruido proviene al parecer cerca del despacho de Aidan.
Miro en todas direcciones, y no puedo ver ni a Gato ni Finch, ni tampoco a ninguno de los profesores cerca. Alcanzo a ver a uno de los chicos mayores, Sahar, y le indico que se haga cargo de los menores y los lleve a uno de los salones, mientras yo hecho un vistazo. Aquel asiente y alza la voz ordenándole a los chicos que se formen y lo sigan a uno de los salones más cercanos, y sorprendentemente, aquellos lo siguen. Entonces yo puedo encaminarme hacia al despacho. Me encuentro corriendo hacia alla, y en unos instantes me desvanezco en el aire y reaparezco igual de rápido en el despacho de nuestro director.
El panorama pinta peor de lo que esperaba. Me encuentro a Russell recostado en un sofa, inconsiente, con el doctor Nash a un lado y me temo lo peor.
—!RJ!
Me adelanto unos pasos y trato de acercarme, pero el médico alza una mano y me pide:
—Por favor, permítame revisarlo. No quiero estudiantes aquí, regrese a su salón.
Me quedo paralizada sin saber qué hacer, y de pronto el sonido estrepitoso de vidrios quebrándose sobre el suelo afuera del despacho hacen que mi atención se vaya hacia al pasillo, y salgo rápidamente, confiándole al doctor al incosiente RJ.
Cuando salgo, apenas he caminado unos metros cuando me encuentro ante un caos:
Gato y Finch sobre el suelo, hablando cosas que no alzando a entender, expresiones de dolor en sus rostro y sangre en las extremidades del castaño; Rox y Fabiola mirándo la escena con expresiones de desconcierto. En el momento en que trato de acercarme a ellos, Fabiola me toma por los hombros y me obliga a retroceder, y aunque en silencio, me hace una seña con la mano de que no me acerque.
Aquella escena dura por un momento, y los murmullos, tanto de mis amigos como de los de las profesoras se escuchan cada tanto, y no puedo comprender nada de lo que está sucediendo.
Me siento impotente al no poder hacer nada, y me limito a ver con frustranción a mis amigos.
En un momento reparo en algo que me desconcierta aun mas de lo que ya, cuando creo ver algo que me parece largas uñas en los dedos ensangrentados de...¿Finch? ¿Qué significa? No...no son uñas...son ¡¿garras?!
¿Qué rayos está sucediendo?
- Finch:
- Mientras nos alejamos en dirección a la enfermería, escucho pasos a nuestra espalda y luego me llega la voz clara de Amy, más alta que nunca, volviéndome de hielo. Gato y yo nos miramos. ¿Cómo vamos a explicárselo?
—¡Muchachos! ¿qué ha pasado? —inquiere, intentando regular su aliento, acompasándose al ritmo de nuestros pasos en lo que caminamos junto a Amanda. Agradezco que mis manos estén ya envueltas en el trapo en el que Gato las sostiene para no alarmarla, y él la detiene cuando intenta acercarse.
—Va a estar bien, solo...
Amy levanta entonces la vista y se fija en mis ojos. En mis pupilas. Puedo distinguir en los suyos el vivaz color acaramelado que tienen, más nítido que nunca. Y ella jadea de sorpresa. Mira a Gato seguidamente y nota al igual que yo que falta en ellos lo que ahora hay en los míos:
—¿Qué está pasando? Finch ¿por qué...?
—No lo sabemos —tercia Amanda. Gato le toma la palabra:
—Es una larga historia.
—RJ está inconsciente.
Gato abre mucho los ojos. Amy se me ha adelantado.
—Es verdad. Las oí hablando a Fabiola y a Rox. Malcolm no sabe qué es lo que tiene —susurro, intentando no preocuparle con el tono lúgubre de mi voz y añado para tranquilizarle—. Aunque dice que parece estar completamente ileso.
—Ese sujeto —masculla Gato, volviéndose ceñudo. Amy se reserva las dudas que parece que tiene; pero pone atención—. ¿Qué vino a hacer aquí? Dejó inconsciente a Russ, venció a Rox, intercambió nuestros poderes... Solo tocándonos.
Amy se detiene sobre sus pasos.
—¿Osea que...? ¿Shane, tú...?
—No te preocupes, querida. Lo tenemos bajo control. Por ahora...
—¿Cómo fue posible?
Los dos nos callamos y soy yo quien habla. Russell me lo advirtió a mi. Si hubiese usado sólo una dosis más de mis poderes, hubiese podido hacerle perder el conocimiento por la falta de aire. Aquel sujeto estaría inconsciente ahora y podríamos retenerle; para que enmendara lo que sea que hizo cuando despertara. No solo eso, Gato también salió perjudicado por protegerme de su ataque; por mi propio descuido, y en vano. Porque ahora también sufro los efectos.
—Un nuevo mutante. Posee habilidades extrañas. Basta con tocar a un mutante para alterar sus poderes. No sabemos cual es su alcance todavía.
—¿Cómo llegó aquí?
—Russell le trajo —espeta Amanda, sin dejar de caminar mientras le seguimos a duras penas, pues camina demasiado rápido— Malcolm puede necesitar ayuda —dice, en el momento en que ya no hay solo una Amanda; sino dos, y una de ellas parte corriendo, pasando por nuestro lado, en dirección a la oficina de Aidan.
—¿No te ha tocado a ti? —pregunta Amy y Amanda niega.
—No fui tan estúpida como para permitirlo.
- RJ - Despacho de Aidan:
- Despierto por el sonido de algunas voces a mi alrededor sintiendo como si me hubiesen apaleado. Siento los oídos abombados... Y entonces todo llega a mi en un violento flashback. Intento erguirme de golpe y una mano clara me frena en el acto, obligándome a permanecer acostado:
—No te levantes aún —me dice Nash, quietamente.
—¿Rox? —llamo a la mujer y ella aparece frente a mis ojos y se inclina a mi lado tomando mi mano.
—¿Cómo te encuentras?
—¿Cómo estás tú? —insisto.
—No soy yo la que pasó media hora en coma. Estoy bien, Russ.
—Ese sujeto... —digo, llevándome una mano a la frente— Ese tipo ¿en donde está?
Noto que Rox tuerce el gesto y los presentes se miran unos a otros.
—Escapó.
—... ¿Qué? —me yergo, sintiéndome mareado.
—Tras noquearte, salió corriendo. Jared y Shane le detuvieron, pero los atacó a ambos y ahora ellos...
Me pongo de pie de golpe y el mareo me hace dar un tumbo. Malcolm detiene mi caída.
—Ellos están bien —me dice Fabiola—. No te precipites.
Continuo sintiéndome extraño. Como si algo me faltara. Como si mi cabeza no funcionara bien. La sensación en mis oídos no se ha desvanecido y presiento que se trata de la fuerza ejercida en mi sentido de la audición cuando ese tipo descontroló nuevamente mis poderes. Pero nadie más parece ser victima de aquello. Rox sólo luce un poco débil.
Levanto el puño en alto y lo lanzo en su dirección. Rox lo detiene a unos centímetros de su rostro con su mano de roca, que no consigo mover ni un milímetro. Su rostro quieto se torna fiero y me devuelve uno con la otra mano, dándome tan duro en el estómago que me hace doblarme contra mí mismo. Malcolm se pone entre ambos:
—¡Basta! ¿Qué están haciendo?
—¡Eso quiero preguntarle a este imbécil! —brama ella y la evaluó ceñudo. Parece haber recuperado toda su fuerza. Pero en ese entonces, era solo una chica. No solo eso; era una niña sin un ápice de fuerza.
—No pudiste detenerle ¿por qué?
—Mi fuerza se desvaneció cuando me tocó.
—Jared y Finch ¿les hizo daño?
—No—dice Rox y titubea—... pero parecen haber intercambiado sus poderes. Les tocó al mismo tiempo. Finch tiene garras con las que se hizo daño a sí mismo, y Gato hizo añicos el pasillo sin siquiera mover un dedo. No sabemos qué tienen, y no tengo idea de si habrán vuelto a la normalidad ahora... Ni siquiera si pueden hacerlo.
—¿Qué me estás diciendo? —digo sin poder creérmelo. Esto es irreal...— ¿En donde están?
—En la enfermería, con Amanda —levanto la vista pero Amanda está allí. Oh...
Me levanto en el afán de ir a verles, pero antes... necesito comprobar algo. Uso en ello todas mis fuerzas de concentración... Pero nada ocurre. No puedo escuchar el viento, ni murmullos. No puedo alterar el volumen del sonido ambiental ni bloquearlo. No puedo usar ondas para derribar objetos, he perdido mi habilidad de ecolocación por completo. Nada. Mis poderes se han desvanecido. Me siento súbitamente vulnerable. Iracundo. Doy un puñetazo contra mi muslo y salgo del despacho de Aidan con camino a la enfermería, hecho una fiera. Rox va detrás de mi.
—RJ ¿qué pasa?
—Se han ido —siseo.
—¿Qué?
—Mis poderes. Los he perdido.
Roxxane me detiene:
—¡¿Qué?!
—Fue ese sujeto. Si es cierto e intercambió los poderes de Gato y Finch... Entonces tuvo que ser él.
—¿Qué piensas hacer?
No hay mucho que pueda hacer, me digo internamente. Asegurarme de que los muchachos están bien, evaluar la situación, e ir a buscar a ese idiota para traerlo de vuelta y deshaga lo que hizo. Si intenta escapar de nuevo, le romperé ambas piernas. No necesito mis poderes para hacer eso.
- RJ - Enfermería:
- Al entrar a la enfermeria, lo primero que veo es a Amanda limpiándole los dedos a Finch con una mota de algodón y a este lamentándose. Gato no levanta la vista para verme y enseguida me doy cuenta del cambio aquí. Usualmente es el primero en darse cuenta cuando alguien entra. En su lugar, Finch voltea a verme y luce abatido.
—Muchachos... —mascullo, acercándome a ellos— Esto es...
—No, no, no —me detiene Finch— N hagas eso. Me desagrada que la gente haga eso. Por otro lado, me alegra ver que estés bien, querido RJ.
—No lo estoy del todo —admito—. Traer a ese sujeto aquí fue un error. Uno colosal. Y tengo que repararlo.
—¿Qué quieres decir? —pregunta Gato.
Meneo la cabeza, con disgusto.
—Le han arrebatado sus poderes.
Ambos levantan la cabeza. Amanda ya lo sabía, desde luego. Una parte de su conciencia estaba conmigo, en la forma de una de sus réplicas cuando lo descubrí.
—¡¿Cómo es posible?!
—De la misma forma en que esto les ocurrió a ustedes. Ese sujeto es un mutante. La peor parte es que no sabemos cómo no encontró. Si resulta que trabaja para alguien, estaremos en problemas.
—¿Qué harás?
—No hay mucho que pueda hacer. Iré a la ciudad a buscarle.
Finch se levanta de su asiento:
—Voy contigo.
—No —dice Gato, adelantándoseme. Finch voltea a verle ansiosamente— No en el modo en que estamos ahora.
—No puede ir solo. RJ acabas de llegar. —intenta razonar él— Además, ese sujeto...
—Shane tiene razón. No pueden ir conmigo.
—¿Quieres apostar?
—No lo harás, Finch —dice Gato. Finch le mira testarudo:
—Aún si tengo que correr a cuatro patas para llegar a Nueva York, yo...
—La respuesta es no —exclamo, firmemente, Finch se encoge en su sitio, dolido—. Finch, si se te ocurre seguirme, voy a hacer que lo lamentes. No necesito mis poderes para molerte a golpes hasta que no te puedas mover, y te garantizo que lo haré si con eso te mantengo a salvo de un mal mayor.
—Ahora tengo mortíferas garras ¿quieres perder un ojo?
—Finch —interviene Gato, para mi fortuna—. Es suficiente. Ninguno de los dos irá.
Finch se deja caer pesadamente sobre su asiento. Tan pesadamente que la silla se desplaza hacia atrás y aquel mueve los brazos en el aire intentando recuperar el equilibrio. Su cara se torna pálida. Nunca había visto a Finch actuar antes de una forma tan tosca. Apuesto a que nunca antes había sufrido el vértigo de estar a punto de caer de una silla. Verlo caminar, moverse, incluso sentarse o ponerse de pie siempre era como ver una pluma moviéndose en el aire por efecto del viento. Ahora de hecho puedo escucharle hacer ruido aun cuando no está parloteando y me desconcierta. Gato tiene una profunda mueca de malestar en el rostro.
—¿Estás bien?
—Jaqueca —dice—. Mucha; como si me estuvieran martilleando la cabeza.
Puedo comprenderlo. Los poderes psíquicos son una carga enorme para quienes no están acostumbrados a ellos. No imagino lo que puede estar sintiendo. Yo ya no cuento con los míos y mi cabeza se siente por completo vacía. Y aquello me desespera.
—Mejor será que me apresure. ¿Van a estar bien?
Finch evita dirigirme la palabra. En cambio voltea hacia la ventana con los brazos firmemente cruzados contra el pecho y Gato asiente por ambos:
—Mientras Finch no rebane a nadie o yo triture a alguien en el piso... Estaremos bien. Que tengas suerte, RJ.
—Tranquilos. Encontraré a ese idiota y lo haré volver. Y restaurará sus poderes. —les digo antes de marcharme. Finch no me mira cuando salgo; pero no he dado cinco pasos lejos de la enfermería cuando una delgada mano se enrosca en mi antebrazo y me detiene:
—Russell... —masculla. Cuando volteo a verle, me pone perplejo ver la forma que han cobrado sus pupilas. Él baja la cabeza apenado—. Cuídate. Si te tardas, entraré a tu cuarto y haré un caos allí. Remataré toda tu música y comeré galletas sobre tu cama.
—Haré que te estallen la cabeza como un globo cuando regrese con mis poderes —le amenazo, sin hablar en serio y él sonríe y vuelve a la enfermería.
- Finch:
- —¿Crees... que nos quedemos así para siempre? —pregunto a Gato en lo que él sostiene mis dedo en los suyos y los gira para evaluarlos. No ha desaparecido el malestar en su rostro por el auto control que está ejerciendo. Y yo todavía siento que todo se me viene encima cada vez que miro a mi alrededor. Extiende una mano para tomar el trapo encima de la bandeja, sobre el mesón junto a nosotros, y accidentalmente lo repele sin ser consciente de ello, haciendo que la bandeja metálica salga volando y se estrelle contra la pared. El estridente ruido del metal sobre la baldosa del piso me hace encogerme en mi sitio, apretando los dientes. ¿Cómo puede soportar esto?
Mentalmente, me juro que nunca volveré a hacer ruidos fuertes cerca de mi amigo. Eso... si volvemos a la normalidad...
—Russell encontrará a ese sujeto. —me dice Gato.
—No debimos dejarle ir solo. Está completamente indefenso sin sus poderes.
—Finch ¿qué podemos hacer tú o yo? Las personas normales van por ahí sin poderes que les protejan; Russell estará bien; pero tú y yo somos mutantes, con poderes que no son los nuestros y que no podemos controlar. Una metida de pata acabaría con personas degolladas o con casas destruidas. Es peligroso que salgamos ahora, tanto para nosotros como para la gente alrededor.
Asiento. Gato tiene razón. El sonido de su voz me tranquiliza.
Nunca había sonado tan clara antes. También soy capaz de percibir su olor. Me resulta familiar; ese debe ser su aroma característico; solo que hasta ahora no lo había notado, porque estaba tan acostumbrado a él que mis sentidos humanos no lo percibían como un aroma que destacara entre otros más fuertes. Pero ahora puedo sentir ese y otros con igual magnitud. Escucho el sonido quieto de su respiración. No solo eso, también el de su palpitar. Esto es un nivel completamente nuevo de ser consciente de la presencia de alguien y aquello es desconcertante; pero a la vez... ¿bello?
La forma en que se han disparado mis sentidos me someten a una gran confusión. Es extraño sentir todo lo que pasa a mi alrededor; pero también noto cosas de las que hasta ahora no era consciente y de las que me estaba perdiendo. Del aroma de las plantas, de las personas, del sonido del viento entre las hojas de los árboles. Puedo percibir el espacio a mi alrededor como si estuviese contemplando una pantalla gigante, de trescientos sesenta grados, en alta definición. Percibo diferentes tonalidades incluso en los resplandores de luz. Esperaba que mi visión de tornara en escala de grises; como es la creencia común que se tiene de los animales. Pero puedo distinguir cada color a la perfección. Intuyo que es el rango de color que puede percibir la parte de Shane que es humana, sumada a la refinada visión de un felino. Siento que empiezo a acostumbrarse a mi visión. Incluso la luz deja de molestarme en cierto punto.
Me entretengo en Shane, para olvidar el dolor punzante en las yemas de los dedos, resentido todavía más en lo que él limpia los cortes que me he hecho en las puntas sin querer. Cada movimiento suyo me pone en alerta, y cada cambio en su postura, en el ritmo de su respiración o el de su palpitar, me dice cosas sobre como se puede estar sintiendo o cual será su próximo movimiento. ¿Gato percibe todas estas cosas cuando está conmigo? ¿es capaz de percibirlo con toda la gente que está con él?
—¿Te duele? —me pregunta, y niego con la cabeza. Está a punto de volver a su tarea cuando nota la insistencia de mi mirada y sus ojos vuelven a trabarse en los míos, tornándose confusos— ¿Qué sucede?
—Siento un poco de envidia ahora, a decir verdad.
—¿Envidia?
—Apartando el dolor... no sabía a qué punto podías sentir las cosas a tu alrededor. Sabia que tus sentidos eran agudos pero ahora... es como si hubiese vuelto a nacer. Como si todo a mi alrededor fuera más hermoso; más colorido... Es decir, estás... aquí.
Gato tuerce una sonrisa, perplejo:
—Claro que estoy aquí.
—No, me refiero... usualmente se que estás aquí. Asumo eso. Pero ahora, aún si cierro los ojos... se que lo estás; siento que lo estás. Escucho tus latidos... —cierro los ojos y suspiro. Nunca había escuchado el sonido de un palpitar con tanta claridad—. Tienes un don hermoso.
Gato sonríe, apartando a vista:
—A medias. A veces hay cosas que preferiría evitar sentir. Es genial escuchar el palpitar de una persona... Pero no lo es el escuchar cuando este se detiene. Ni tampoco lo es oler la sangre de alguien —hago un respingo cuando percibo el olor de la mía—. Entre otros aromas desagradables. o sonidos estridentes. Y por supuesto... no lo es escuchar como se quiebra un hueso.
Doy una cabeceada. Los mutantes están bendecidos y malditos a partes iguales. Todos nuestros poderes, incluso el más inofensivo, tienen el potencial de destruir; o pueden resultar en cosas tan malas como buenas.
—Si no hubieses aprendido a controlar tus poderes —pregunta Gato— ¿qué hubiese pasado contigo?
Mi respuesta no se hace esperar:
—Imagino que sencillamente no los utilizaría nunca. No se ejercen por sí solos; apuesto a que ya te diste cuenta de ello. Mientras te mantengas en calma, no tienes nada de qué preocuparte. Pero en el momento en que decides usarlos, requieren de una buena dosis de concentración para poder manejar las implicaciones. Debes ser consciente en todo momento de cuales son los resultados que esperas. Incluso algo tan inofensivo como retener a alguien contra una superficie... bastaría solo la influencia del sentimiento equivocado hacia esa persona para aplastarle.
Gato se estremece, intuyo que piensa en lo que podía haber pasado si en ese momento él hubiese perdido el control de sus emociones. Rox y yo... incluso Fabiola, Amanda, RJ, Malcolm y los chicos que merodeaban por allí...
—Finch, ¿tu nunca...? me refiero a... accidentalmente...
Aprieto fuertemente los labios y por la expresión de Gato, imagino que ha adivinado mi respuesta.
—No debí preguntar; lo siento.
—No, no... Nunca he matado a nadie. Nunca Shane. Sabes que no lo haría.
—Lo se.
Inhalo una bocanada de aire antes de iniciar:
—Mis padres fueron por mí, a casa de mis abuelos. Se enteraron de que ellos pretendían enviarme aquí. No concebían la idea de que su hijo utilizara libremente sus poderes. Que se convirtiera en uno más de aquellos... monstruos. No podía volver a esa casa. La casa donde estuve confinado toda mi vida. Así que mientras luchaba contra mi padre, quien intentaba meterme dentro de su camioneta...
Los ojos de Gato se expanden de temor, y yo me río. Nunca le había contado esta historia, y apuesto a que se imagina un final completamente diferente para ella, que el que realmente tuvo.
—Para no alargarlo, digamos que un instante era la camioneta de mi padre. Al siguiente, una masa de metal deforme, aplastada contra el piso.
Gato abre la boca ligeramente y la expresión de su rostro fluctúa entre una sonrisa y un gesto de asombro. Me rió y meneo la cabeza.
—No me arrepiento de haberlo hecho.
—Bueno... no tenían derecho a obligarte a nada.
—La verdad, aun ahora creo que se lo tenía merecido... —le concedo; pero luego ya no puedo seguir sonriendo—. Pero a lo que me refiero, es... que no me arrepiento de que haya sido la camioneta lo que molí contra el piso. En el momento en que perdí el control de mis poderes... Mi padre fue la primera cosa que saltó a mi mente. Mi primer objetivo.
Gato se vuelve serio de pronto, comprendiéndolo.
—Nunca hubiese querido hacerle daño. Era mi padre y pese a todo le amaba con todo el corazón. A él y a mi madre. Lo único que quería era detenerlo y librarme. Pero ante la sola idea de volver a mi prisión, mi mente actuó por sí sola. Identificó un objetivo, y actuó sobre él. Una milésima de segundo, calculo que fue todo el tiempo que tuve para darme cuenta de cual era la magnitud con la que iba dirigido mi ataque, actuar sobre mis propios poderes y desviarlos en el momento justo en que se desataron; antes de que cobraran efecto. Pero aquello me ayudó a comprender lo fácil que mis poderes podían ser dominados por mis emociones.
Intento mantener sentimientos como el odio, el resentimiento, y la venganza... Completamente fuera de mi cabeza. Puedo controlar la dirección de mis poderes, pero una parte de la magnitud de ellos obedecen directamente a cualesquiera que sean mis sentimientos hacia el que sea en ese momento mi objetivo.
Sin quererlo, empiezo a pensar en cosas que ya creía superadas y en parte agradezco que sea Gato el dueño de mis poderes ahora mismo y no yo:
—Es algo relativamente fácil cuando llevo tanto tiempo manteniendo a raya las emociones destructivas. Pero cuando pienso en lo fácil que hubiese sido acabar con mi propio padre... Cuando pienso en lo que podría haber pasado, me aterrorizo. Es por eso que no soporto el conflicto. Detesto la idea de una guerra contra los humanos, o contra otros mutantes; latente, esperando por desatarse en cualquier momento. Si un día me viese orillado a pelear, de hacerlo de verdad... Si mis amigos estuviesen siendo dañados o corrieran peligro. Si mis emociones me dominasen... No querría matar a una persona, Gato. Ni siquiera para defender mi propia vida. No lo soportaría... yo...
—No lo harías —me dice Gato—. Tú no eres así.
—Shane ¿y si lo fuera? si todo esto... la persona que soy, solo fuera una gran mentira. Si realmente, en el fondo soy una mala persona y...
—Basta ya —me detiene Shane, poniendo una mano contra mi hombro— ¿De verdad estas poniendo todo cuanto eres en duda? ¿por ese incidente? Todos nuestros poderes pueden llegar a salirse de control. Los tuyos lo hicieron; pero eso fue hace mucho. Te conozco, Finch. Si no te fías de ti mismo, fíate de mí. Se que nunca pondrías fin a una vida.
Asiento, conmovido por la sinceridad de su voz, sintiéndome más tranquilo; intentando contagiarme de la calma de Gato y dejar que el contacto de su mano contra mi espalda me de apoyo. Siento que estoy temblando de un segundo a otro y aquello me desconcierta. No hace frío, ni tengo las manos heladas. Pero no son mis manos lo que tiembla. Algo está vibrando, con un eco profundo y ronco... Irregular. Vibra dentro de mí, en mi garganta. Entonces tanto Gato como yo nos damos cuenta de ello al mismo tiempo, y él suelta una risotada al tiempo que yo aparto la vista, abochornado. Estoy ronroneando.
—¿Cómo lo detengo?
—No te preocupes, es natural. ¿Te sientes bien?
—Es bastante obvio ¿no? —digo con la palma contra el rostro.
—No siempre. Los gatos no solo ronronean cuando están a gusto. A veces también lo hacen cuando están enfermos o heridos. Es una forma de auto reconfortarse.
—Ya veo. —digo guardándome aquello en la memoria como futura referencia. Cuando mi amigo ronronee, también puede ser una mala señal. Tener una probada de sus poderes me está ayudando a ser más comprensivo con él... aún si nunca volvemos a tener nuestros poderes originales.
—Ya se ha detenido. Ahora solo estas un poco rojo. —bromea.
—No tengo nada de qué avergonzarme —me defiendo—. Me hace feliz tu compañía. Y ahora empiezo a sentirme ofendido de que nunca te haya escuchado ronronear cuando estás conmigo ¿significa que no estas a gusto con mi persona?
—Significa que soy un gato adulto. Tu eres un gatito emocional y propenso a emocionarse por todo.
—También te equivocas; ahora eres un pinzón —le corrijo y entonces me emociona la idea de darle a Shane una probada por mi parte, de mis poderes—. Solo espera a que aprendas a volar.
—Tú solo espera a que empiece a llover —dice él rápidamente.
—¿Entonces es verdad? El asunto del agua y eso, pensaba que sólo lo hacías para molestar. Lo que es a mí, me encanta el agua. No creo que tenga problemas.
—Ya lo veremos, cuando te toque meterte hoy a la ducha.
LaurieCay- Mensajes : 48
Fecha de inscripción : 12/06/2016
Re: La Mansión X
- Jody - Comedor:
- De nuevo, soy la primera de mis vagos amigos en bajar a desayunar. Mia ni se molestó en destaparse cuando corrí las cortinas, ni me dirigió ninguna palabra cuando salí de la habitación. Sinceramente, todavía sigo dudando sobre si me ignora o si, directamente, tiene un sueño demasiado profundo. Camino por los pasillos juntándome con varios alumnos hasta llegar al comedor. Me pongo a la fila, tomo una bandeja y espero mi turno. Me sirvo un gran tazón de cereales, un vaso de zumo y tomo tres grandes bollos rellenos de mermelada. Con todo mi botín, me siento en nuestra mesa de siempre. Pero cuando estoy a punto de llevarme la primera cucharada a la boca, alguien aparece a mi lado. Al principio pienso que es Chihiropero entonces me llega ese olor a axe tan característico de baka-Luke.
-Ven conmigo – me dice únicamente.
- Ohaio, baka-Luke – saludo irónicamente. – He dormido bien, gracias, ¿y tú?
- Ven – repite únicamente.
- Estoy desayunando – me quejo.
- Es importante – insiste él.
- El desayuno también es importante- replico, hundiendo la cuchara en la leche con cereales. - De hecho es la comida más importante del…
- Es sobre Aidan – me interrumpe Luke.
Se me cae la cuchara de la mano al tazón, que salpica un poco de leche chocolateada sobre la mesa. Me giro de golpe para mirar a Luke.
- ¿Está bien? – pregunto, preocupada de pronto.
- Ven – vuelve a decirme él, y echa a andar hacia el pasillo.
Rápidamente, me levanto yo también y le sigo casi corriendo. Me lleva a un lugar un poco más apartado. Algunos curiosos nos miran, pero desde el incidente del partido de béisbol somos la atracción favorita de la escuela, después de las caídas libres de Finch-senpai.
- Bueno, ¿qué? – pregunto, con los nervios a flor de piel. - ¿Cómo está Aidan-sama? ¿Está bien? Como me digas que está mal, te pego. De hecho como me digas que está mal, invoco a Alduin para que te destroce y ni las bolas de dragón podrán….
- ¿Me vas a dejar hablar? – pide él.
Me callo y dejo que tome la palabra.
- Está bien. Conseguimos sacarlo del Hospital y ya está despierto.
- ¿Sacarlo del Hospital? – repito. – No entiendo. Si estaba en coma, ¿cómo pudisteis sacarlo del hospital?
- No te voy a contar los detalles, – responde Luke- pero digamos que en el hospital no estaba seguro.
Arrugo la frente, sin entender.
- Sigo sin pillarlo. ¿Dónde va a estar un paciente comatoso más seguro que en el hospital?
Luke no responde enseguida. Parece como si vacilara, como si no estuviera seguro de que lo fuera a decir. O, más bien, si dudara sobre si debiera decirlo, pero, finalmente, contesta.
- Había gente que quería hacerle daño.
Ahogo un grito.
- ¡Lo sabía! – exclamo. - ¡Nunca me han gustado los hospitales! ¡Las enfermeras con sus jeringuillas y los médicos con sus batas blancas y sus escuchacorazones!
- Se llaman estetoscopios…
- ¡¿Quién quería hacerle daño?! ¡Lo encontraré y le daré una paliza! ¡Tengo mi disfraz de Sailor Moon arriba! ¡Los castigaré en el nombre de la Luna!
Luke levanta los brazos.
- ¡Eh, eh! Cálmate, polilla. A lo único que vas a pegarle una paliza es tu desayuno.
- Pero entonces, si lo sacasteis del Hospital, ¿cómo es que se ha despertado? – pregunto, sin hacer caso de su comentario.
- Nash.
- ¿Quién?.
- Nada, olvídalo. Lo importante es que está bien.
- Yokatta... – suspiro, aliviada.
Estoy feliz de que Aidan-sama esté bien. Cuando Luke me dijo que había tenido un accidente y había quedado en coma, me quise morir. Mi amado Aidan-sama, dormido para siempre. Pero ahora está bien y fuera de peligro. De un peligro doble, al parecer.
- Oye Flash, ahora en serio, ¿quién quería hacerle daño a Aidan-sama en el hospital?
Mi tono de voz se tiñe de una seriedad que hasta a mí se me hace rara, y Luke me contempla un par de segundos antes de responder.
- No puedo decírtelo.
- ¿No puedes o no quieres? – pregunto, tratando de no enfadarme.
- Es confidencial, Jody.
- ¿Confidencial? – repito.
Luke sacude la cabeza.
- Ya he hablado suficiente. Deja de hacer preguntas. He creído que deberías saber que está bien, ya que acabaste mezclada en todo este asunto y todavía sigo sin saber muy bien por qué.
- Porque cuando se trata de Aidan-sama, muevo cielo y tierra – respondo, orgullosa.
- Pues menos mal que no moviste mucho – replica él, medio divertido.
Agito los brazos a mis costados.
- Porque Finch-senpai me lo pidió.
- Yo también te lo pedí y pasaste de mí.
- Ah sí, es verdad– respondo, acordándome y riéndome
- A él sí que le haces caso, ¿no? – inquiere él, con cierto tono que no logro identificar.
- Claro que sí – sonrío. - Es mi senpai. Y me trata bien.
- ¿Y yo qué soy, entonces?
- Caca de Diglet – respondo, sonriendo más.
Luke suelta un bufido, rueda los ojos y se da la vuelta.
- Pero una caca de Diglet que ha salvado a Aidan-sama y se ha molestado en decírmelo – añado.
Luke se da la vuelta y me contempla, con cierta sorpresa escondida en su rostro. Creo que es la primera vez que le digo algo bonito. Y la verdad, aunque sea baka-Luke y aunque le odie, le estoy muy agradecida de que me haya compartido esta información cuando no tendría por qué haberlo hecho.
- Arigatou – le digo.
- Eso significaba gracias, ¿no?
Asiento, contenta.
- Ya le voy pillado el truco a tu dialecto – bromea él.
Me río.
- ¿Y dónde está Aidan-sama? – pregunto, y entonces caigo en la cuenta de algo y me emociono. - ¿Está en la Mansión?
Luke niega.
- No. Está en su casa con su mujer.
Siento como si me echaran encima un cubo de agua fría. Su mujer… Es verdad. Aidan-sama está casado. Siento de nuevo cómo me invaden las ganas de llorar.
- ¡Luke no baka! – le chillo.
Y me voy corriendo de vuelta a mi mesa donde me consuelo con mis bollos de mermelada, dejando a baka-Luke ahí plantado
::Nono::- Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 12/06/2016
Re: La Mansión X
- Finch - Camino al comedor:
- Gato y yo caminamos rumbo al comedor para comer algo. El ruido que hace mi estómago no puede ser normal, y por si fuera poco, puedo oler la comida a esta distancia, lo cual sólo empeora aún más mi apetito. Sin embargo,tanto Gato como yo estamos tan cansados que parece que llegar nos está costando una eternidad. Gato está exhausto por los mareos y el dolor de cabeza que le provocan mis poderes y yo... yo no recuerdo la última vez que pasé tanto tiempo de pie:
—¿Qué sucede? —dice Gato, deteniéndose sobre sus pasos para verme avanzar con pesadumbre a un metro detrás de él. Me detengo a la vez y me inclino sobre mis rodillas.
—Me duelen mucho las piernas. ¿Es normal?
Gato retrocede a por mí y se agacha para verme:
—Lo que no es normal es que un ser humano se pase dieciséis horas al día sin poner los pies sobre el piso, Finch. Te vas a atrofiar si no les das más actividad a tus extremidades. Te duelen las piernas porque no están acostumbradas al peso de tu cuerpo.
—Me hormiguean los pies. Me estoy volviendo loco. Me siento pesado y torpe. ¿Cómo puede ser que no tenga tu gracia felina?
—El que tengas el poder de fisiología felina ahora no significa que tu cuerpo pese menos. De hecho eres demasiado delgado; deberías ser capaz de moverte fácilmente.
—Gato —le digo, empujado por mi desesperación— ¿Y si tú intentases hacerme levitar?
Gato se echa hacia atrás, perplejo y luego niega con la cabeza, en un bufido:
—No juegues. Vamos a comer, tengo mucha hambre.
—¡Pero si no estoy jugando! Por favor, sólo un instante. Lo necesito. Soy como un drogadicto con síndrome de abstinencia.
—Solo eres un pedazo de flojo —me dice Shane, perdiendo la paciencia y tomando mi brazo para impelerme a seguir.
—¡Por favor! —me resisto— Además, si nos quedamos de este modo para siempre, deberías ir practicando.
—No nos quedaremos así.
—No sabes eso, ni yo tampoco. Sólo tenemos el ahora, amigo mío. Vamos ¡inténtalo!
—Finch —gruñe él, cuando me cuelgo de su brazo— Está bien, déjame en paz. Lo intentaré.
Cuando se da la vuelta, parece agobiado. Pero sé que puede hacerlo. A decir verdad, siento mucha curiosidad de cual sería el resultado de Gato, usando mis poderes.
Me quedo de pie frente a él y extiendo los brazos:
—Estoy listo.
Gato suspira:
—De acuerdo... ¿cómo hago esto?
Me quedo de piedra sin saber qué decirle. ¿Cómo se hace? Se hacerlo... de la misma forma en que puedo digerir la comida. Es algo que mi cuerpo hace por sí mismo y cuyo procedimiento técnico desconozco.
—Déjame ver... —le solicito unos segundos, y pienso— Intenta visualizar un círculo a mi alrededor, y... sólo piensa “arriba”.
—¿“Arriba”?
—No, no...más bien no lo pienses.
—¿Qué?
—Es decir... no pienses en ello —intento explicarme—. Solo establece un punto, en tu cabeza. Y muévelo; sin pensar en ello, sólo muévelo. Hacia arriba.
—¿Uso mis manos o...? —pregunta Gato.
—Si te es más fácil canalizar tus poderes así ,puedes usarlas. Hacia eso cuando apenas empezaba a dominarlos, pero luego ya no era necesario. A menos que necesite una gran dosis de concentración. ¡Oh! Lo olvidaba. Mantente tranquilo en todo momento.
Gato inspira el aire y extiende una mano al frente. Parece tranquilo y en calma, y tras unos segundos, me siento más liviano y se que está teniendo éxito, pero en el último momento, duda.
Una súbita, abrupta fuerza me levanta en el aire con violencia, y mi cabeza golpea el techo tan duramente que estoy seguro de haber visto estrellas.
—¡Finch! —Gato exclama y levanta ambas manos. Pero ha perdido la calma y preveo un resultado desastroso.
Levanto las manos al frente para detenerle de hacer cualquier otro movimiento:
—¡Espera! ¡Espera! ¡Espe...! —pero no puedo decir más, pues la misma fuerza me atrae de vuelta al piso y lo golpeo con igual o mayor fuerza que el techo perdiendo el aire.
—Maldición —sisea Gato entredientes en el momento en que caigo y se da la vuelta para no mirar, llevándose ambas manos a la cabeza. Y se repite a nuestro alrededor un escenario similar al de esta mañana. Los cuadros del pasillo se caen abruptamente y noto que el techo empieza a vibrar:
—Mala idea. Malaideamalaideamalaidea... —farfullo— Gato... ¡Micifú! Está bien, todo está bien —intento tranquilizarlo— No me has hecho daño, ¡mira! Todo esta bien —fuerzo una sonrisa intentando que no se note en mi voz la sensación estranguladora del peso de mis propios poderes, traicionándome a través de mi mejor amigo.
Gato se tranquiliza y respira agitadamente. Contrae los labios encima de sus dientes apretados y carraspea un gemido ahogado. Cuando dejo de sentir el efecto de la gravedad, me pongo de pie, sintiéndome mareado y voy en su dirección:
—Es la cabeza ¿verdad? —digo con remordimiento. Nunca pensé que los poderes psíquicos tuvieran un efecto tan grande en los mutantes de capacidades puramente físicas. Pero tiene sentido... Gato respira hondo y asiente.
—Oye, oye —intento reír— No fuiste tú quien estuvo a punto de atravesar el techo con la cabeza.
—Lo siento por eso —gime—. Pero te lo tienes merecido, te dije que no era una buena idea.
—Lo se —le digo poniéndole una mano sobre la cabeza—. Esto me pondrá en mi lugar.
Gato se recupera de a poco. En lo que el dolor de cabeza mejora, yo me ocupo de recoger los cuadros del piso y me encuentro frustrado ante el hecho de que no puedo sencillamente volar y colgar aquellos que están más alto. En lo que batallo de puntillas para colgar el último, Gato me lo quita de las manos y no tiene que hacer mayor esfuerzo para colgarlo.
—Ser alto es otro super poder. No es justo.
—Tú puedes volar; no lo necesitas, Cabeza-globo.
—Ya no, amigo mío. Ya no.
—Cómo sea —respira Gato—. Igual podrías aprender a saltar en lo que tienes mis poderes. No te mantiene en el aire, pero es como volar por un par de segundos. Puedes intentar hacer eso mientras tanto. —dice, y echa a caminar.
Camino resignadamente, pero entonces viene a mí una ocurrencia:
—Tengo una mejor idea.
Y tras decir esto, hago uso de mis nuevos poderes para saltar en el aire y aterrizar sobre sus espalda, rodeándole la cintura con las piernas y el cuello con los brazos:
—Cárgame.
Gato se queda clavado en su sitio. Y le escucho suspirar, fastidiado, antes de empezar a caminar:
—La próxima vez que te estampe en el techo no va a ser accidente.
—Qué malo eres conmigo, Micifú.
LaurieCay- Mensajes : 48
Fecha de inscripción : 12/06/2016
Re: La Mansión X
- Gato - Pasillo:
- Sigo con Finch a mi espalda por todo el camino. La paciencia que le tengo es inmensa. En ocasiones se pone a ronronear, y agradezco que aún no sepa utilizar bien mis poderes, pues, de hacerlo, podría caer en redondo al suelo medio inconsciente por el efecto arrullador del ronroneo. El propio Finch ya ha sido testigo de él. En ocasiones, tengo que sujetarle los cuartos traseros pues, aunque sea flaco y no pese más de sesenta kilos, se resbala. Finch va comentando algo sobre que puede que se acostumbre a viajar así por la mansión cuando, de repente, un rostro se materializa de la nada justo enfrente nuestro, seguido de un pelo rubio casi blanco, y terminando en un cuerpo con ambas manos en jarras, visiblemente molesto.
- ¡Con que estabais aquí!
Me detengo en seco y dejo de sujetar a Finch, que se escurre un poco por mi espalda.
- ¡Amy! – exclama mi amigo. - ¿Dónde te habías metido?
- ¿Yo? – se indigna ella. - ¿Y vosotros, qué? La última vez que os vi estabais agonizando en el pasillo frente a dirección y cuando fui a la enfermería a ver cómo estabais, me dijeron que os habíais ido.
- Es que teníamos hambre – se excusa Finch.
- Y yo estaba preocupada. ¿No se os ocurrió venir a verme para contarme lo que os había pasado, para variar?
Me giro y, tal y como esperaba, Finch me está mirando, y ambos nos leemos la mente mutuamente.
- Es que teníamos hambre – repetimos casi a la vez.
Amy bufa y pone los ojos en blanco.
- Sois imposibles.
Finch se acomoda un poco mejor en mi espalda, aunque lo único que consigue es clavarme un poco las uñas en los hombros. Hago una pequeña mueca de dolor que, junto con mi expresión cansada causada por mantener a raya los poderes de Finch, no pasa inadvertida a Amy.
- ¿Qué pasa, Gato?
- Que el minino aquí a mi espalda tiene que tener más cuidado con sus uñas nuevas – respondo.
Noto a Finch encogerse a mi espalda.
- Perdón – se disculpa, bajándose de mi espalda al instante.
Entonces, Amy se fija en los dedos vendados de Finch y noto cómo su piel, de por sí blanquecina, empalidece un poco más.
- Pero, ¿queréis hacerme el favor de explicarme qué ha pasado? – pide ella.
- Para ahorrarte los detalles… - empieza Finch.
- Quiero detalles – pide ella.
- … simplemente te diré RJ trajo un mutante a la Mansión que le quitó sus poderes e intercambió los de Gato y los míos – termina Finch sin hacerle caso.
Los ojos dorados de Amy se abren más de la cuenta.
- O sea que ahora tú...
- Ronroneo
Contrariamente a lo que pensaba, la expresión de Amy se tranquiliza e incluso una sonrisa se dibuja en su cara. Una fina arruga cruza su frente, al tiempo que entrecierra los ojos para escudriñar el rostro de Finch. Acto seguido, hace lo mismo con el mío, y lo repite una segunda vez.
- Es tan raro veros con los ojos cambiados.
- ¡Qué dices! – exclama Finch. - ¿Acaso tengo ahora los ojos verdes?
- No, no – niega Amy. – Hablo de las pupilas de Gato. ¿No se os hace raro?
- Rarísimo – asiente mi amigo. – No me acostumbro a todos estos super sentidos, por no hablar de que tengo que caminar.
- La gente normal camina, Finch – le recuerdo.
- Pero nosotros no somos gente normal, amigo. Somos mutantes – puntualiza él.
- Los mutantes normales también caminan.
Finch finge ofenderse.
- ¿Me estás llamando subnormal?
- Algo así, sí.
Finch abre la boca en una mueca de ofensa excesiva que no hace más que provocarme una sonrisa.
- Eres un pinzón muy cruel – murmura.
Amy entonces se gira hacia mí.
- ¿Y tú, Gato? – me pregunta. – También se te hace difícil.
Me encojo de hombros.
- Lo peor es el constante dolor de cabeza al tratar de mantener a raya los poderes de Finch. Siento como si me la aplastaran entre dos palas de excavadora. Pero mientras mantenga la calma, todo irá bien y no se volverán a descontrolar.
- “¿Volverán?” – repite ella.
- Amy, querida, ¿acaso no viste cómo quedó el pasillo después de nuestra pequeña desavenencia con el intruso? – pregunta Finch.
Amy se lleva las manos a la boca.
- ¿Fue cosa tuya? – me pregunta Amy.
Asiento. Trato de no recordarlo, porque el hacerlo me pone nervioso. El dolor de cabeza se intensifica un poco y se oyen crujir un par de tablones de madera del suelo. Trato de calmarme y borrar el recuerdo de cuando recibí los poderes de Finch y de los destrozos que hice con ellos. Acordarme no trae nada bueno.
- Al menos eres bueno manteniendo la calma – me anima Amy.
- Eso mismo le dije yo – afirma Finch.
Entonces, un ruido interrumpe nuestra charla. Un ruido grave, proveniente del estómago de Finch y coreado por mi propio estómago.
- Ah, sí, el desayuno – comenta Amy. – ¿Seguro que es buena idea que entréis al comedor con todos los alumnos? Si las cosas se salieran de control, podría haber problemas.
- Pero tenemos hambre – se queja Finch.
- Yo puedo traeros comida. ¿Por qué no nos juntamos junto al estanque y desayunamos ahí los tres solos, como cuando éramos pequeños? – pregunta Amy, sonriente y con cierto punto de nostalgia.
Miro a Finch.
- Creo que es buena idea. Tanta gente junta podría marearte con tus nuevos sentidos.
Finch se coloca mejor su sombrero.
- A mí, mientras pueda comer… - murmura él.
Amy junta las manos.
- Estupendo. Id yendo y enseguida me junto con vosotros.
Y, dicho esto, desaparece.
- De acuerdo, entonces – dice Finch, y acto seguido vuelve a colgarse de mi espalda. - ¡Adelante noble Corcel! ¡A los campos de la justicia!
Pongo los ojos en blanco, aunque en mi mente ya empieza a tramarse una pequeña venganza… porque vamos junto al lago. Sonrío.
::Nono::- Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 12/06/2016
Re: La Mansión X
- Ashon - Interior de la mansión:
- Desde las sombras, soy completamente invisible en mi estado de sublimación. Ellos no pueden verme, pero yo si puedo verle a ellos. Cada paso que dan; cada rumbo que toman... Les contemplo en silencio.
He pasado tanto tiempo dentro de estas paredes que la mansión se ha vuelto un sitio que me resulta familiar y empiezo a olvidar como se ven los interiores de la guarida. Extraño a las personas de la guardida. Mara, Nina, el profesor...
Por otro lado empiezo a acotumbrarme a la gente de la mansión. Veo sus caras todos los días. Y por la noche regreso con la señorita Vita, quien me espera siempre con algo de cenar en la habitación. Abandono mi estado de sublimación y mi cuerpo se materializa otra vez en los pasillos desiertos de la mansión. Empiezo a recorrerlos y estoy seguro de que es la primera vez que los veo a mi alrededor desde la limitada perspectiva que ofrecen los ojos humanos. No veo cada rincón, ni cada dirección, solo aquella en la que apunta mi mirada. Voy dando brincos a travez del pasillo, subo hasta el tercer piso, y luego de vuelta, convirtiéndome siempre en una fina película de niebla cada vez que estoy a punto de ser sorprendido; y aquello se convierte en un juego. Viajo junto al rotro de las personas. Me convierto en el aire que respiran y exhalan, juego entre sus cabellos y me deslizo por su piel sin que me noten. En esa forma permanezco y salgo por una ventana hasta el jardín de la mansión. Veo estudiantes desplazándose por el pasto, jugando, conversando y gastándose bromas. Desearía que hubiera más chcos de mi edad en la guarida. Poder jugar con ellos...
Finalmente me voy, viendo que no hay nada importante que pueda reportar, y viajo a travez del aire para volver a Salem.
LaurieCay- Mensajes : 48
Fecha de inscripción : 12/06/2016
Re: La Mansión X
- Chihiro - Jardines:
- Debido los ultimos acontecimientos, mis practicas con Shane han cesado. Y aquello me ha supuesto un severo retroceso.
Me concentro en los costados de mis muñecas y consigo hacer que una fina hilera de espinas surja. No me es dificil, pero tengo la sensacion de que duele más que de costumbre...
Bufo intentando controlar mis ansias regulando el ritmo agitado de mi respiracion. Esto no puede seguir asi. Vamos a completar el mes dentro de la mansion y no he tenido ni un solo progreso. Pensaba que bajo las instrucciones de Shane mejoraria; y de hecho estaba haciéndolo, pero bastó sólo un día sin su supervisión para que me fuera a pique de nuevo.
Vuelvo a enfocarme en mi estructura osea, y más espinas surgen. El color rojo tiñendo mis muñecas me marea. Si tan solo hubiese una manera en que pudiera dejar de sangrar... No, si hubiese una manera en que eso no me importara. El dolor es solo mi cerebro humano avisandome que debería detenerme. Pero hace falta mucho más que esto para provocarle un daño real a mi cuerpo, que no es humano.
Las hileras de espinas van desde mi muñeca hasta mi antebrazo. El dolor ha pasado a un segundo plano.
Desde las clases con Gato, he estado acudiendo por mi propia cuenta al extremo alejado del patio donde solíamos practicar. Nadie viene por estos alrededores, de manera que aquí es seguro...
—Qué eres ¿alguna especie de pariente de Wolverine?
La subita voz de un desconocido me hace saltar en mi sitio; y hace que mis poderes se disparen. Tres largas navajas emergen de cada uno de mis hombros haciendome ahogar un grito en el instante en que me doy la vuelta.
—¡Woah! —exclama el muchahco frente a mí. No lo conozco. No creo haberle visto antes... y si lo hice, no le había prestado atención— Calma, sólo soy un espectador.
Le miro con desconfianza sin saber qué decirle. ¿Es capaz de decirle a los demás lo que estoy haciendo?
—Estoy practicando —me defiendo.
—Parece que no te va muy bien —se burla el muchacho. Bajo la cabeza sin atreverme a mirarle. Tiene razón.
—¿Quien es Wolverine?
—¿Estás bromeando? —dice aquel, luciendo incrédulo— Wolverine es una leyenda. Igual que Charles Xavier.
—El fundador de esta escuela... —ese es un nombre que sí reconozco. La gente aquí lo menciona a menudo. Me siento un poco mal de no saber nada de los orígenes de este acontecimiento. Pero la verdad es que ni siquiera sabía que un sitio como este existía, antes de escapar, el día en que mis poderes se salieron de control.
—Pero él sólo podía generar garras en sus manos. —dice aquel, levantando los puños y hacendo el ademán de dar dos puñetazos.
Le miro, algo perplejo. No se qué espear de su aparición aquí.
—¿Podrías... no decir nada de...?
—No debiste decirme eso —se rie el muchacho—. Significa que es un secreto y no soy bueno guardando secretos; sobre todo si tenerlos en mi poder significa que puedo conseguir algo a cambio de guardarlos.
Se acerca dos pasos y yo retrocedo cinco.
—No te acerques.
—¿O qué?
—O podría lastimarte.
El muchacho se detiene en su marcha y distiende una sonrisa.
—¿Es una amenaza?
—No, no es... —sacudo la cabeza, a sabendas de que no he sabido explicarme—. No quiero hacerlo, podría hacerlo accidentalmente. No controlo mis poderes. Se disparan cuando...
—¿Cuando estás asustado? ¿Cuando estas furioso? —dice aquel.
Siento que los cosquilleos debajo de mi piel se calman. Parece haber algo en su mirada... comprensión. Quizás hasta empatía.
—¿Estás asustado ahora? —pregunta.
Me averguenza admitirlo; pero lo estoy... soy demasiado débil.
El muchahco pasa por mi lado, caminando con soltura. Se tiene confianza y siento un poco de celos... Ojalá pudiera mantener la calma de ese modo. La mitad de mis problemas se acabarían.
—No los controlarás, a menos que practiques. No te preocupes; no se lo diré a nadie. Pero te convendría dejar tu zona de confort.
El chico avanza hasta la pared del colegio, se saca una tiza del bolsillo y traza una diana en el muro. Yo le miro empezando a entender. Pero ¿qúé espera que yo haga?
Pero en cambio, el muchacho retrocede hasta llegar de nuevo junto a mi, levanta una mano en el aire y fija la mirada en el centro de la diana:
—Observa —me indica y yo obedezco.
Desde la palma de su mano se dispara algo, tán rápidamente que no alcanzo a ver qué es. Pero al instante siguente, miro hacia la diana dibujada en la pared, y tiene tres proyectiles de aspecto blando, incrustados justo en el centro. No logro ver de qué son, pero se que han salido de su mano...
Siento celos de él una vez más... Si yo fuera dueño de ese control...
Finalmente, el muchacho se da la vuelta para dejarme solo. Pero en el momento en que lo hace, de espalda,s y sin mirarlo, su mano aparece por encima de su hombro y vuelve a disparar.
Tres proyectiles más se incrustan en la diana. Otra vez, justo en el centro.
—Mi nombre es Jax, por cierto —dice, antes de desaparecer entre los arbustos.
LaurieCay- Mensajes : 48
Fecha de inscripción : 12/06/2016
Re: La Mansión X
- Paola-Biblioteca:
Hace un par de semanas que los alumnos mayores empezaron los entrenamientos. Pero yo me los he pasado casi todos los días en la biblioteca. Es increíble lo vacía que suele estar de alumnos. Hoy domingo no es diferente al resto de días. Supongo que todos prefieren estar por los jardines disfrutando de sus poderes. Pero lo prefiero así. A mí me ayuda a concretarme. Cierro los ojos e intento seguir con mi pequeño entrenamiento. Sé que no es mucho pero poco a poco voy avanzando con la técnica. Una técnica que encontré en un libro llamada “palacio mental”. Finch me dijo que él no podía ayudarme demasiado en mi poder pero que tal vez encontrara algo en algún libro. Y así fue. La técnica consiste en imaginarte, de organizar tu mente como si de un palacio se tratara, de guardar tus recuerdos, tu información en habitaciones. No es que sea algo para personas con poderes psíquicos en concreto. Pero al leerlo pensé que podría ayudarme. Ayudarme a tener un mayor control sobre mi poder. Y desde entonces he estado trabajando en eso. Desde hace un par de días ya puedo evitar leer las mentes de los demás de forma descuidada. Ya puedo estar rodeada de mucha gente sin que me duela la cabeza o sufrir por ello. Aunque aún me queda mucho camino. Pero siento que empiezo a tener cierto progreso. Y eso en cierta manera me anima a seguir. Al menos así no molestaré a nadie. En mi mente he llegado a construir un inmenso castillo, y dentro de sus paredes, un laberinto lleno de puertas donde solo yo conozco el camino. Un camino que lleva a mis recuerdos más dolorosos. Y mi poder…bueno. Mi poder es algo extraño en el mundo de mi mente. Nunca me había parado a verlo, analizarlo o sentirlo. Simplemente lo había negado. Y ahora me he visto obligada a tratar de comprenderlo, pero sigo sin terminar de hacerlo. Tal vez porque una parte de mi sigue teniendo miedo de él. Pero no puedo evitarlo. Solo he conseguido hacerle daños a los demás con él. Aunque no siempre. Pude ayudar a ese mutante a librarse del control que tenían sobre él.
Decido que es suficiente por hoy. Miro el gran reloj que hay en la biblioteca. Es casi la hora de comer. Tal vez lo mejor sea que vaya a buscar a Karalee para ir juntas al comedor. Así que sin perder más tiempo me levanto de la mesa y me dispongo a salir de la biblioteca, pero entonces lo veo. A lo lejos está ese chico. Jax. Me quedo parada con miedo a salir. Desde que tuve ese pequeño accidente con él siempre que me ve practica tiro al blanco conmigo. Entiendo que se enfadara porque le leí la mente. Pero eso no le da derecho a meterse conmigo. El miedo parece adueñarse de mi cuerpo e impide que me mueva. Pero parece ser que no me ha visto y va a pasar de largo. Pero entonces se detiene y posa su mirada en mi. Parece ver mi miedo y al hacerlo sonríe.
- Vaya… ¿no pensabas saludarme? ¿Ibas a ignorarme?
Murmura con una sonrisa. Al ver que se dirige hacia mi doy un paso hacia atrás instintivamente pero rápidamente me lanza una de sus babas pegajosas a mis pies inmovilizándome. Miro a todos lados desesperada buscando ayuda.
- ¿No estarás pensando en pedir ayuda no?
Niego con la cabeza
- ¿Esta vez no piensas decir nada? - Espeta lanzando otro de sus proyectiles. Intento esquivarlo pero no puedo hacerlo. Este impacta en mi rodilla haciéndome caer- ¿No vas a leerme la mente? ¿O es que ya lo estás haciendo?
Vuelvo a negar con la cabeza.
- Antes no controlaba mis poderes- susurro casi en una súplica. Justificando mis pasadas acciones- No me gusta husmear en las mentes ajenas
- ¿No te gusta dices? ¿Entonces que mierdas haces aquí? -dice encolerizado- Alguien tan inútil y débil como tú no debería estar aquí. Lo único que haces es molestar.
Me lanza otra de sus bolas, esta vez impacta en mi mejilla. Siento un dolor intenso por un momento. Esta vez he notado más el dolor que antes. Tal vez porque es en la mejilla. Pero no he dicho nada. Estoy acostumbrada a ser golpeada.
- Si tanto te molesta tu poder vete de aquí y entra en el programa del gobierno para quitar los poderes y no estorbes más aquí.
Veo como Jax desaparece de mi vista. Sus palabras quedan resonando en mi cabeza. Tiene razón. Si de verdad odio tanto mi poder ¿porque no he ido a me lo quiten? ¿Qué hago aquí? ¿Para qué quiero aprender a controlarlo si después no pienso utilizarlo? ¿Y si…en verdad hay una parte de mí que disfruta haciéndole daño a los demás?
Intento dejar de lado las dudas unos instantes. Y quitarme las cosas que Jax me ha lanzado. Siempre es lo más duro de sus ataques. Quitarme la sustancia. Me levanto con algo de dificultad y empiezo a andar. Tal vez…tenga razón y deba ir a deshacerme de mis poderes. ¿Para qué quiero tenerlos…si no pienso usarlos?
Anniechantasti- Mensajes : 20
Fecha de inscripción : 14/06/2016
Re: La Mansión X
- Gato:
- La alarma de mi móvil suena a las siete y cuarto de la mañana, como cada día entre semana, y tengo la sensación de no haber descansado nada. Cuando me acosté anoche, el dolor de cabeza provocado por mantener los poderes de Finch a raya no me dejaba dormir. Finalmente, logré dormir, o eso creo. Tuve sueños extraños, formas y colores en mi cabeza que me hacían sentir intranquilo. Mi subconsciente me decía que era la manifestación de los poderes de Finch mezclados con los míos.
Me doy la vuelta y alargo un brazo para apagar la alarma. Sin embargo, al hacerlo, escucho un ruido. Al principio se me hace extraño, pero luego lo reconozco. Es el inconfundible sonido de un arañazo sobre la madera. Abro los ojos y compruebo, con unos sentidos perdidos durante casi 24 horas, que de mis dedos salen unas largas garras afiladas.
La alegría que me invade es tal que me levanto de la cama de un salto. Literalmente, de un salto, y caigo al suelo con perfecto equilibrio sin que se me mueva un pelo. Guardo las garras, únicamente para volverlas a sacar y volverlas a retraer, simplemente por el gusto de volver a tener mis poderes de vuelta y poder controlarlos a la perfección. Mis sentidos también han vuelto. Puedo escuchar las cosas, sentirlas, notar las presencias al otro lado de la puerta aún sin verlas, y puedo ver las perspectivas que ayer había perdido. Sin perder tiempo, sin ni siquiera quitarme el pantalón de pijama, corro las cortinas, abro la ventana y me tiro por ella.
Caigo al suelo flexionado, con pies y manos, y mi cuerpo se empapa de adrenalina y felicidad. Vuelvo a ser un gato.
No tardo en ver aparecer a Finch volando por encima del tejado, tanto o más contento que yo. Suelta un grito de felicidad, al que yo me sumo. Doy un gran salto y llego hasta el tejado, donde me junto con él.
- ¡Han vuelto! - exclama. - ¡Me desperté y estaba flotando sobre mi cama!
- Yo arañé la mesilla esta mañana – le respondo, igualmente emocionado. - Recuperé mis sentidos.
Finch da vueltas a mi alrededor, y puedo sentirle de la misma forma que podía hacerlo antes.
- No es que no apreciara tus poderes amigo, - gorgorea Finch - pero amo esto.
Yo sonrío. Gracias a Dios, hemos vuelto a la normalidad.
::Nono::- Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 12/06/2016
Re: La Mansión X
NOTA: Obviamente Mara no sabe que Aidan ya está despierto. Puse a Roxxane al mando porque Aidan aún está en su casa, recuperándose.
- Mara:
- Conforme nos acercamos, me doy cuenta de que no he olvidado los terrenos de la Mansión. Recuerdo los árboles que flanquean el sendero de grava hasta la puerta principal, la reja de forja negra, el escudo dorado con el nombre de "Escuela Xavier" a la derecha del muro de entrada. Por mucho que quiera negarlo y por mucho que me moleste, la verdad que los recuerdos que tengo de la Mansión son buenos.
RJ aparca la moto en uno de los garajes y apaga la motor. Me bajo y le entrego el casco. Él guarda ambos y echa a andar.
- Sigueme. Y no hagas nada.
Entrecierro los ojos, pero obedezco. No creo que el despacho de Aidan haya cambiado de sitio desde que me fui, pero obviamente RJ no quiere que me escabulla por la Mansión a mi antojo.. Le sigo en silencio por los pasillos, y noto cómo los ojos de la mayoría de estudiantes se posan en mí a mi paso, acompañados de cuchicheos y murmullos por lo bajo. Hay muchos rostros que no conozco, así que deduzco que no me reconocen como antigua alumna, sino como la criminal que atacó a un guardia de seguridad. Les lanzo miradas de hielo que hacen que desvíen la mirada, pero a su vez noto a RJ que me mira de reojo, vigilante de que no cause problemas. Me molesta, pero no hago nada.
Finalmente llegamos frente al despacho de Aidan. Me pregunto quien habrá sustituido a Aidan en la dirección del centro. Según me dijo Shane, el ataque de Agony lo había dejado en coma. Recordar a Aidan y a Shane no me ayuda demasiado en este momento, así que me concentro en mi odio hacia Agony y en la esperanza de salvar a Allan.
- Adelante - se escucha una voz de mujer.
RJ gira el pomo de la puerta y entra. Le sigo.
El despacho sigue tal y como lo recordaba. La alfombra cubriendo el parqué, todavía brillantes, las estanterías llenas de libros, los cuadros, el mapa del Estado de Nueva York, el juego de té encima de la mesa... pero Aidan no está al otro lado. En su butaca de cuero está sentada una mujer joven, de melena negra hasta los hombros, ojos oscuros y tez blanca que viste con ropa informal. Roxxane. Rock. Se levanta de golpe al ver entrar en la habitación a RJ, exclamando su nombre, pero enseguida sus ojos reparan en mí y una arruga de desconfianza asoma a sus ojos.
- ¿Qué hace ella aquí? - espeta.
Pongo los ojos en blanco. Tampoco me esperaba una cálida bienvenida.
- Tenemos problemas, Rox.
- ¡Maldito! - exclama ella, visiblemente enojada. - ¿Dónde demonios te habías metido? ¡Tienes idea de lo preocupada que estaba!
- Escúchame, Rox - apura RJ. - Es importante.
El tono de RJ, apremiante pero serio, basta para que Roxxane arrugue la frente y le deje hablar.
- Allan está vivo.
La boca de la profesora se entreabre un poco.
- ¿Qué...? - Es todo lo que llega a decir.
- Los militares lo tienen.
- Pero... - empieza Roxanne. - ¿Cómo es posible? Estaba... - Sus ojos se fijan en mí. - ¡Tú le dijiste a Shane que estaba muerto! - me acusa.
- Porque creía que estaba muerto - me defiendo, aunque sin sonar a la defensiva. - Vi como Agony le hacía volar por los aires. Yo tampoco me lo explico. Pero está vivo, y necesita nuestra ayuda.
Roxxane se lleva la mano a la frente, tratando de calmarse para poder pensar las cosas con claridad.
- Rox, escúchame - le pide RJ. - Lo tienen retenido contra su voluntad. Le han implantado... un chip. No sé qué clase de tecnología militar es, pero le impide usar sus poderes y le genera terribles descargas por control remoto. Además, Allan piensa que me tienen como rehen, así que no puede arriesgarse a intentar algo en contra de ellos.
- ¿Rehén? - repite Rox.
RJ se toma un par de segundos antes de responder.
- Me capturaron, pero logré escapar.
Roxxane pega un puñetazo sobre la mesa que hace crujir la madera de caoba.
- ¡Por eso te digo que no debes ir por tu cuenta, mierda!
- Rox - pide él.
La morena deja escapar el aire por la nariz y le deja continuar.
- Mara se lo encontró en los muelles.
RJ se gira hacia mí, dándome la palabra.
- Eran solo dos, así que intenté ayudarle, - explico - pero uno de ellos era un mutante termokinético muy poderoso que me derrotó.
- La otra era la doctora Pavlov.
La cara de Roxxane palidece más aún, y sus pupilas se dilatan por el miedo que ese nombre parece imponerle.
- Debemos organizar un rescate - afirma RJ. - Antes de que le perdamos el rastro.
Roxxane se toma unos segundos para asimilar toda la información. Luego, pulsa una tecla de su teléfono.
- Amanda - llama. - Por favor, que vengan a mi despacho Luke, Amy, Jared... y Shane - termina.
El corazón me da un vuelco. Tenía la esperanza de que no pasara, pero supongo que era inevitable. Voy a volver a ver a Shane.
::Nono::- Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 12/06/2016
Re: La Mansión X
- Gato:
- Contemplo, apartado a un lado de la pista del polideportivo, cómo los alumnos cogen carrerilla, corren los cinco metros y saltan lo máximo que pueden tras la marca de cinta adhesiva azul pegada al suelo. Sahar va dando la salida con un silbato, Luke se encarga de medir la distancia y luego viene hasta a mí para decírmela, y yo la apunto. Salto de longitud. Sin usar los poderes.
- Guarda esas alas, Jody - le advierte Luke a la pelirrosa cuando llega su turno para saltar.
Jody le saca la lengua, pero obedece, pliega sus alas y las pega a su espalda, convirtiéndolas en tatuajes. Luego, se prepara, se pone en posición y espera la señal de Sahar. El chico hindú hace sonar el silbato y Jody echa a correr por la pista.
Pero alguien más está corriendo por la pista, alguien a quien nunca esperaríamos ver en el gimnasio. El uniforme azul claro de Amanda Fowler destaca como una bengala en mitad del cielo nocturno, dirigiéndose hacia nosotros a paso rápido.
- ¡Reed! ¡Jagger! - llama
Luke y yo nos miramos. Cuando Amanda llega ante nosotros, se dobla sobre las rodillas, jadeando ligeramente.
- ¿Qué ocurre Amanda? - pregunto, extrañado.
De todos los lugares de la escuela, el gimnasio es el último en el que entraría Amanda.
- Roxxane os ha llamado a su despacho, a los dos.
Luke y yo volvemos a intercambiar una mirada.
- ¿Cuánto he saltado? - nos interrumpe entonces la voz de Jody a nuestras espaldas.
Nos giramos.
- Ah, no lo he visto - responde Luke. - Nos han llamado. Vas a tener que repetirlo.
Jody abre la boca, claramente molesta.
- ¡Qué! - espeta.
- Me adelantaré - me dice entonces Luke.
Y sale disparado como una bala del gimnasio, dejando tras de sí una estela de aire y agitando el pelo de Jody. Por mi parte, le paso la tablilla con los resultados a Sahar.
- Vas a tener que seguir sin nosotros, Sahar - le explico.
- Sin problema - responde, tomándola.
- Gato-senpai... - lloriquea Jody.
- Lo siento, Jody, pero de verdad vas a tener que repetir el salto.
Y antes de esperar a ver su reacción, salgo yo también del gimnasio.
Por los pasillos, de camino al despacho de Roxxane, me encuentro con Finch y Amy, que vienen juntos.
- ¿A vosotros también os han llamado? - pregunto, aunque es evidente que conozco la respuesta.
- ¿Qué hemos hecho ahora? - se pregunta Amy. Entonces, su cara se convierte en todo un poema y suelta una exclamación ahogada. - ¿Creéis que se habrán enterado de lo de Shane?
- ¿Qué? - pregunto, sin entender.
- Mi gatito.
- ¿De verdad le has llamado Shane? - rezongo.
- Deberías sentirte halagado, Misifú - la apoya Finch. - Es como si fuera tu ahijado.
- Ehm... - empiezo. - ¿Gracias?
Amy sonríe. Enseguida llegamos frente a la puerta del despacho de Roxxane, donde nos espera Luke con una cara extrañamente seria.
- ¿Tú también? - pregunta Amy.
- A lo mejor tiene que ver sobre las clases... - aventura Finch.
- Entonces, ¿qué hago yo aquí? - se extraña Amy.
- No - dice entonces Luke, y los tres lo miramos. - No tiene que ver con las clases - Y su mirada se clava en mí. Arrugo la frente, sin entender.
Pero cuando cruzamos la puerta y veo quien está al otro lado, entiendo el por qué de la cara y el tono de voz de Luke.
Al otro lado de la puerta está Mara.
Me bloqueo en el sitio. Ella me contempla un instante, cruzada de brazos, pero luego aparta la mirada y se aleja hacia la ventana, como queriendo poner el máximo de distancia entre nosotros. ¿Por qué está aquí? ¿Por qué ha vuelto a la Mansión? Me juró y aseguró que jamás regresaría. ¿Qué ha podido ocurrir para que eso haya cambiado? ¿Está en peligro? ¿La persiguen otra vez? La última vez que nos vimos iba a ser la última. Me había preparado para que fuera la última. Quería que fuera la última.
- Bien. Ya estáis aquí - dice Roxxane.
Luke, que ha entrado el último, cierra la puerta a mis espaldas. Noto una mano en el hombro, pero no necesito girarme para reconocer el tacto de Finch a través del algodón.
- ¿Qué hace ella aquí? - exige saber Amy, con tono claramente molesto, señalando a Mara.
No puedo culparla por su reacción. Como amiga de Finch y mía, es normal que la presencia de Mara le moleste. Más incluso que a nosotros. Mara me rompió el corazón y estuvo a punto de matar a Finch. Y Amy siempre ha sido muy protectora de Finch y de mí. De hecho, creo que el único motivo por el que no se a abalanzado sobre ella es la presencia de Roxxane y RJ.
- Es por ella que os he llamado - responde la subdirectora.
Todos miramos a Mara, y ella descruza los brazos antes de hablar.
- Se trata de Allan - informa. - Está vivo.
Durante unos segundos, reina el silencio en el despacho.
::Nono::- Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 12/06/2016
Re: La Mansión X
- Finch - Cámara del peligro:
- Gato y yo intercambiamos una rauda mirada; ambos intentando comprobar en la expresión en el otro que no hemos escuchado mal; pero todo parece indicar que aquellas han sido las palabras exactas de la rubia.
Gato le mira con recelo:
—¿Estás segura?
—¿Crees que volvería a poner un pie en este sitio si no tuviera una razón importante para hacerlo?
—Claro… —asiente Shane y añade con tristeza— Desde luego que no.
Aunque guarda silencio, puedo adivinar exactamente lo que pasa por su cabeza.
—Más importante aún —disgrego en un intento de calmar la atención—, de ser así ¿en dónde está?
—Es por lo que Mara está aquí —dice Russell—. Ha sido capturado por una división militar, y planean usarle; aunque no estamos del todo seguros para qué.
—¿Cómo estas tan seguro de eso?
—Pavlov iba con ellos. Es claro que van tras un objetivo claro. Les perdimos en el muelle.
Gato asiente lentamente con cada una de sus palabras. Yo me llevo una mano a la cabeza intentando procesarlo. Hasta hace unos minutos, el profesor Allan estaba muerto. Celebramos una ceremonia en su memoria. Ya me estaba acostumbrando a la idea… y de pronto esto. Vivo; pero quien sabe por cuánto tiempo. Pues en manos de los militares, un mutante tiene un periodo de vida útil tras el cual se convierte en un objeto desechable.
—Les he convocado aquí porque, como podrán imaginarse, la situación es crítica —dice la mujer, levantándose del escritorio—. Los profesores quizás no bastaremos.
—Quieres decir… —mascullo, sin dar crédito a lo que oigo. Calmar a una multitud de chicos es una cosa. Ir tras los militares…
—Quiere decir —se adelanta RJ—, que es hora de preparar sus uniformes de combate y presentarse con ellos en breve. Tenemos una misión que cumplir.
Sin tiempo a considerarlo, o cuestionar la decisión de RJ y Rox, nos encaminamos todos, alumnos y pofesores, a la “Cámara del Peligro”; las instalaciones de entrenamiento que a estas alturas yacían olvidadas en un recóndito rincón de la mansión, sin utilizarse.
A nuestro paso, Rox acciona palancas, introduce claves en paneles de comando, proporciona su voz para el reconocimiento de los dispositivos de seguridad, y ante nosotros se abren innumerables puertas. Pronto nos encontramos en el vestíbulo que antecede a la verdadera Camara del peligro. Las instalaciones son amplias, frías y blindadas de acero. A nuestra derecha, torcemos hacia otra sala igual de espaciosa cuyas paredes están repletas de cúpulas. Hace años que no habíamos estado en este lugar. Tras los cristales; protegidos del uso insensato, se encuentran cada uno de los uniformes que han sido confeccionados de manera personalizada y entregados a cada uno de aquellos alumnos que ha probado su valía, entrega, disciplina y control al nombre de la escuela, sólo para ser usado en situación de emergencia; como esta. El nombre de cada uno está inscrito en la cúpula que alberga el uniforme que le corresponde.
—Sean rápidos. En quince minutos, quiero que todos estén preparados y listos para salir —nos recuerda RJ, entrando en su propia cúpula.
Entonces, todos nos movilizamos… todos, excepto Mara. Aquella observa con nostalgia la cúpula con su nombre. Su traje sigue ahí, después de todo este tiempo.
—¿Qué estás esperando? —le inquiere Rox. Mara tuerce el gesto.
—No lo necesito.
—No tienes opción, se trata de una misión peligrosa, Mara —le recuerda Russell—. Debes estar protegida.
—No es una armadura; sólo es un uniforme.
—¡¿Sólo un uniforme?! —exclamo, casi ofendido. RJ me silencia erigiendo la palma frente a mi rostro.
—Te protegerá, aunque sea en una medida limitada. —le dice por última vez.
—De acuerdo —asiente ella, derrotada—. Lo haré.
Al cabo de unos minutos, estamos todos listos. Observo el material oscuro del atuendo que cubre mis brazos y mis manos enguantadas. Tiene el aspecto del cuero, pero compuesto de miles de pequeñas secciones entretejidas que captan el reflejo de la luz casi como lo haría una cota de malla moderna. Se trata de un material especial, ideado por los mismos profesores a lo largo de los años, y perfeccionado al punto que sea lo bastante expandible y flexible para permitir un rango completo de movimientos, pero sin perder la dureza que soporta altas y bajas temperaturas, opone gran resistencia a objetos cortopunzantes, y que si bien, no frenaría una bala de alto calibre, sí amortiguaría considerablemente el daño que esta podría llegar a infligir. Gato aparece a mi lado poco después. Tanto el de gato como el mío poseen protecciones proporcionadas para resistir posibles caídas desde las alturas, y botas diseñadas para amortiguar los aterrizajes de pie más duros. El mío cuenta con gafas estilo aviador que suelo llevar en la cabeza y que están hechas para ser usadas en caídas en picada y vuelos rápidos, para disminuir la mordida del frío del viento en los ojos y permitirme ver sin dificultades; mientras que los guantes de Gato dejan al descubierto sus dedos, dejando una vía libre a sus afiladas garras. RJ lleva sobre la cabeza una especie de casco que le cubre los oídos, que puede, o bien, mitigar cualquier clase de ruido, o facilitar el flujo de las ondas de sonido que percibe para proporcionarle un rango más amplio. De ese modo, cada atuendo, de ser necesario, es adecuado o equipado acorde a las necesidades y los poderes de su dueño. El uniforme de Amy posee dispositivo de rastreo que nos permite localizarla en los radares; el de Rox tiene el aspecto de una armadura; el de Savager posee una moderna tecnología de construcción y extracción que le permite equiparse y librarse de él como se lo exijan sus diferentes transformaciones; Luke también lleva gafas, con funciones similares a las mías, y un traje altamente resistente a la fricción y el de Mara cuenta con las protecciones esenciales y es lo bastante ligero para permitirle desplazarse con facilidad usando su cabello. Es extraño verla usar el uniforme de la mansión otra vez, Gato y yo la contemplamos durante algunos segundos, con nostalgia. En eso, Rox nos interrumpe, adelantándose a nuestros pasos y nos advierte:
—Es hora de ponernos en marcha.
LaurieCay- Mensajes : 48
Fecha de inscripción : 12/06/2016
Re: La Mansión X
- Mara:
- De vuelta en el jet, parece que los ánimos se recuperan un poco. A pesar de que la patrulla está enfadada por haber tenido que dejar escapar a la rusa y al otro, al menos están contentos de tener a Allan con ellos. Todos le rodean, pero yo me quedo apartada. Son una gran familia que da la bienvenida a un hijo al que creían perdido, pero yo hace tiempo que dejé de ser parte de ella. Desde mi rincón, apartada, veo a RJ abrazar a Allan, quien, todavía maltrecho, le devuelve el gesto.
- Maldito idiota, me tenías preocupado – le dice el de pelo largo.
- Eso debería decirlo yo – replica Allan.
RJ le da una palmada amistosa en el hombro.
- Me alegra verte sano y salvo, Blue – le dice Roxxanne con una sonrisa, antes de volver hacia la cabina de mando, y empezar a pilotar de nuevo el jet, rumbo a la Mansión.
Allan le responde con una cabeceada. Entonces, los alumnos empiezan a rodearle, y a hacerle preguntas: si está bien, si está herido, dónde ha estado y qué ha pasado desde la explosión.
- Ese maldito hijo de perra – rumia Allan, sin duda refiriéndose a Agony. - Como lo pille, lo mato.
Sonrío débilmente. Al menos, en ese aspecto pensamos igual.
- ¿Qué pasó? - pregunta Finch. - ¿Cómo es que RJ pudo huir y tú no?
Distingo la mirada enfadada que le lanza Allan incluso desde mi posición.
- ¿Te crees que no lo intenté, Finch? - espeta. - Tenía un puñetero chip en la nuca que me impedía usar mis poderes. Cada vez que lo intentaba, me recorría una descarga que me producía un dolor terrible y no había forma de quitármelo.
- De nada – dice RJ.
- Calla – replica Blue.
Me alegra que haya recuperado el ánimo, aunque siga con su mal humor de siempre.
- ¿Cómo supisteis dónde buscarme? - pregunta entonces Blue, y noto cómo me pongo nerviosa.
- Cuando conseguí escapar – responde RJ, - el doctorcito me dijo que os habíais dirigido al muelle. Fue allí donde me encontré con Mara, quien me lo contó todo – añade mirando en mi dirección.
Allan le imita, mirándome por primera vez desde que estoy en el jet.
- Decidimos pedir ayuda a la patrulla – termina de contar RJ.
Allan sigue contemplándome, y yo le sostengo la mirada, pero no veo nada en ella, y eso me entristece.
- Ya veo… - dice únicamente.
Noto un pinchazo en el corazón. “Ya veo”. ¿No tiene nada más que decir? Después de todo lo que me dijo en los muelles, de lo cruel que fue -aunque sé que lo hizo para evitar que saliera herida, dolió igual-, de haberme jugado la vida, de haber colaborado con la Mansión para salvarle, de haber abandonado la guarida… ¿solo dice “ya veo”? No puedo evitarlo y le aparto la mirada, clavándola en el suelo y dándole débilmente la espalda.
- Estuvimos revisando todo el muelle, y bajo el agua. Finch encontró un rastro y…
Dejo de escuchar la voz de RJ, porque la verdad ya no quiero escuchar más. Solo quiero bajarme de este jet, quitarme este estúpido uniforme y volver a ser lo que era antes: nada.
Al cabo de quince minutos, el jet empieza a decelerar, y cinco después ya está aterrizando en el hangar de la Mansión. La rampa desciende y empezamos a bajar del avión, yo la última.
- Hogar dulce hogar, eh – dice Finch, pasándole el brazo por los hombros a Allan.
- Finch – le advierte él.
El chico del fédora le aparta el brazo, sabedor de que no le gusta que le toquen. RJ suelta una carcajada.
- ¿Necesitas que Amanda te eche un vistazo? - pregunta Roxanne.
- Estoy bien – responde él.
- ¿Seguro? - insiste ella. - Tu nuca no tiene buena pinta.
- Solo quiero descansar – pide él.
- Está bien.
Y sin decir nada más, sin decirme nada más, sin siquiera mirarme, abandona el hangar rumbo a los ascensores. Noto a alguien parado a mi lado. Me giro y veo a Shane, mirándome. Él sí me mira, él sí se preocupa, aunque no deba. Ojalá siguiera enamorada de él. Pero no es así. Y la persona por la cual yo siento lo que Shane sintió tanto tiempo por mí ni siquiera es capaz de darme las gracias.
Sigo a todos hacia los vestuarios, dónde está guardada mi ropa. Me quito el uniforme a toda velocidad, y ni me molesto en colocarlo de nuevo en su maniquí. Jamás volveré a usarlo. Termino de ponerme las botas, me pongo de pie y me quedo parada un instante, sin saber muy bien qué hacer. Shane, que también se ha cambiado, me contempla.
- Te llevaré a la salida – dice únicamente.
Asiento con la cabeza, pero no digo nada, y en silencio le sigo por la cámara del peligro hacia los pasillos, posteriormente al ascensor y en menos de cinco minutos estamos en los pasillos. Los alumnos están en clase, así que agradezco no volver a tener esos ojos de besugo clavados en mí. Cuando llegamos a la puerta, tomo el asa y me dispongo a abrirla.
- ¿De verdad no vas a hablar con él? - me pregunta Shane, deteniéndome.
No respondo. Solamente siento una fuerte presión en el pecho. Claro que quiero hablar con Allan, pero está claro que él no quiere hablar conmigo. Pero me da igual. Lo importante es que está a salvo.
- Cuidad de él – digo tan solo, sin mirarle.
Unos segundos de silencio nos invaden. Quiero salir ya, irme, pero también quiero escuchar la voz de Shane por última vez.
- Cuídate tú también – me dice.
Respiro. Al menos, puedo despedirme de él.
- Y tú – le respondo, de nuevo, sin mirarle.
Y esta vez sí, empujo la puerta y salgo de la Mansión. Camino por el sendero de grava hacia los jardines previos a la carretera, con el corazón en un puño. Trato de convencerme de que todo está bien, de que no me importa que Allan no me haya hecho caso, ni se haya alegrado de verme, de que lo importante es que está vivo y a salvo. Con los suyos.
- ¿Otra vez te vas sin despedirte?
Esa voz me hace detenerme en el sitio, al tiempo que se me dispara el corazón. Me giro, emocionada pero al mismo tiempo con miedo de encontrarme con él. Pero ahí está. Con la misma ropa, las mismas magulladuras, la misma sangre seca, sin haber ido a descansar, apoyado en el muro junto a la puerta, con los brazos cruzados, mirándome, hablándome, está Allan.
::Nono::- Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 12/06/2016
Re: La Mansión X
- Mr.Blue:
- Me quedo observando a Mara en silencio. Como se aleja. Desde que nos juntamos todos la he estado evitando. Pero por el simple hecho de que ahora que ya no es de la mansión. Después de todo sigo siendo profesor y me he de comportar como tal. Aunque a veces no lo parezca
- ¿Otra vez te vas sin despedirte?
Veo como se para y se da la vuelta. No puedo evitar sonreír al verla. Tan sorprendida y confundida a la vez. A veces resulta tan predecible. Espero unos segundos para ver si da el primer paso de acercarse, pero no parece estar mucho por la labor de hacerlo en lugar de eso empieza a hablar
- ¿Por qué debería despedirme? - me pregunta. Parece dolida
Suspiro. Preferiría no tener que andar más de lo necesario. Maldita sea. Apenas puedo mantenerme en pie. Pero empiezo a pesar de todo empiezo a andar hacía ella.
- Hace unas horas no querías largarte sin mí. -le respondo sin dejar de sonreír y andar hacia ella.
Ella mira hacia otro lado. Doy un par de pasos más hasta situarme delante de ella
- De hecho, te negaste rotundamente a marcharte. Incluso cuando deje bien claro que no quería tener nada que ver contigo.
- Ya no eres mi profesor. No tengo por qué hacerte caso.
- Exacto-le respondo ahora mosqueado. – Ya no soy tu profesor, ya no soy nada para ti. ¿Entonces porque mierdas te quedaste? ¿Te das cuenta de que casi mueres congelada? O peor. Podrían haberte capturado. No tienes ni la menor idea de lo que esa bruja es capaz de hacer. No te puedes hacer una idea.
Se me queda mirando. Parece como que toda la rabia de antes se ha esfumado.
- ¿De verdad me estás preguntando por qué me quedé? -Lo dice con voz suave.
Al escucharla decir eso, no puedo evitar recordar que podría haber muerto congelada en aquel puerto. Sola. Y más habiendo escuchado las palabras tan crueles que le dije. Es entonces cuando no puedo aguantarlo más. Me lanzo y la estrecho fuertemente entre mis brazos cerrando los ojos. Por un momento olvido el cansancio, el dolor de la nuca. El entumecimiento del cuerpo. El hecho de no haber dormido bien ni una noche desde que he estado atrapado. Y todo lo que puedo hacer es pensar en Mara. Siento que haya pasado una eternidad desde la última vez que nos abrazamos. Que la tuve entre mis brazos de esta manera.
- Gracias…-le susurro suavemente al oído.
Entonces noto como ella me estrecha con más fuerza.
- Creía que…que estabas…que no…que…- Mara no puede terminar ninguna de las frases que intenta decirme. No puedo evitar que me dé un vuelco el corazón. No podía imaginarme que nadie se preocupara tanto por un trozo de mierda como yo.- Que no volvería a verte…porque…porque estabas…
No puedo seguir escuchándola. Le cojo suavemente por la cabeza y la callo con mis propios labios. Siento como al principio está sorprendida pero no tarda en devolverme el beso de buen grado. Después de eso me vuelve a abrazar con fuerza. Como si temiera que me fuera a ir en cualquier momento.
- La próxima vez hazme caso.
- Haré lo que me dé la gana.
- Ya he visto que hiciste lo que te dio la gana y lo sigues haciendo. -me quedo un momento callado y sonrío antes de añadir- Pero me debes querer mucho para haberte quedado después de haberte dicho todo aquello.
Anniechantasti- Mensajes : 20
Fecha de inscripción : 14/06/2016
Re: La Mansión X
- Mara:
- Desearía quedarme entre los brazos de Allan para siempre. Podría besarle a todas horas sin cansarme. En el momento en que me abrazó, sentí un vuelco del corazón. Creía que no le importaba mi presencia, que no quería hablar conmigo, ni verme, pero vino a despedirse y a darme las gracias, y supe que él, también, me echaba de menos.
Bromeamos, todavía abrazados, hasta que de repente escucho la bomba.
- Debes de quererme mucho para haberte quedado después de decirte todo aquello.
Noto un fuerte latido en el pecho. No me separo, pero los ojos se me abren más de la cuenta. Ha usado LA palabra; esa palabra que no usaba desde que estaba con Shane, esta palabra a la que tengo tanto miedo. Querer. ¿Le quiero? Nunca lo había pensado hasta ahora. Me importa, es cierto, y la atracción mutua está ahí. Su muerte me dejó devastada, tanto que no pude evitar dejar la guarida, incapaz de compartir ideales con Agony. Dejé todo aquello en lo que creía porque no podía convivir con su asesino. Y luego me jugué la vida combatiendo contra la rusa y el mutante termokinético, y acepté unir fuerzas con la patrulla X para rescatarle, volver a pisar la Mansión, incluso pedir ayuda a Shane.
Supongo que sí, le quiero.
Pero, ¿él me quiere a mí?
- Allan - digo.
- ¿Mm? - oigo su voz contra mi pelo
- Vamos a fugarnos.
Le escucho contener una risa, pero no le sale demasiado bien.
- ¿A Belize? - inquiere, de broma.
- Hablo en serio - le insisto, separándome y mirándole directamente a los ojos, con toda la seriedad y decisión que inunda mi corazón.
La sonrisa de Allan se borra, y en su frente aparece una arruga, su rostro se torna serio. Sé que la propuesta ha sido repentina, pero puede salir bien si estamos juntos.
- Sé que parece una locura, pero... - empiezo - así podremos estar los dos juntos. Sin Mansión, sin Guarida, sin nadie que nos persiga o nos juzgue por lo que somos. Podemos irnos a un sitio donde no nos conozca nadie y empezar de cero. Juntos.
Las comisuras de sus labios se curvan ligeramente hacia arriba.
- Suena bien.
Su predisposición se me contagia en forma de sonrisa.
- Pero no puedo - termina.
Me desinflo.
- ¿Por qué? - pregunto, dolida por su negativa.
- Tengo responsabilidades aquí - responde.
Bufo. Mi dolor empieza a convertirse en enfado.
- Nunca te gustó dar clase, ni la Mansión - le echo en cara. - Odias a los alumnos. ¿Qué beneficio pueden tener con un profesor adicto?
Noto en sus ojos una chispa de dolor cuando menciono ese tema, pero no puedo callarme. ¿Por qué? ¿Por qué es tan difícil convencerle? ¿Por qué siquiera tengo que convencerle? Debería ser tan simple, debería querer irse conmigo, desaparecer juntos.
- A mí me da igual tu adicción, conmigo no tendrías que ocultarlo, pero de aquí te echarán en cuanto se enteren.
Él aprieta los labios. Sé que estoy metiendo el dedo en la llaga, pero para mí es agarrarme a un clavo ardiendo.
- Por favor, Allan - le pido.
Pero, por su rostro, sé que no le he convencido.
- Le debo la vida a Aidan.
- ¡A la mierda Aidan! - exclamo, enfadada. - ¡¿Y yo qué?! ¡¿No acabo de salvarte la vida?!
Contrariamente a lo que pensaba, él no se altera. En vez de eso, clava sus ojos azules en mí y solo dice una cosa:
- Quédate.
No respondo. Noto como se me entreabre la boca. No puedo disimularlo, su propuesta me ha sorprendido, no la esperaba. Jamás me hubiera planteado la posibilidad e volver a la Mansión. Cuando me fui la primera vez, no quise despedirme porque sabía que, si lo hacía, Allan era el único que podía convencerme para quedarme. Y ahora está pasando aquello que tanto me esforcé en evitar. Aparto la mirada.
- No puedo hacer eso - murmuro.
- ¿Por qué?
- Ya lo sabes.
- Pues vuelve a explicármelo - espeta, y noto por su tono de voz que empieza a molestarse, pero puedo llegar a entenderlo. Al fin y al caso, me marché sin darle ninguna explicación.
Le miro un instante y, efectivamente, su rostro ya no está sereno, sino a que a la arruga de su frente se ha unido un ceño fruncido.
- No comparto vuestra forma de pensar. ¡Y tú tampoco! - le recuerdo.
- Eso no significa que no pueda aportar cosas buenas.
- ¿Cosas buenas? - repito con burla. - ¿Como cuales?
- Ayudar a mocosos como tú a aceptar lo que son, por ejemplo - espeta.
Me quedo callada unos segundos, recordando mis primeros días en la Mansión cuando tenía doce años, cuando tenía miedo de lo que era y lo que podía hacer, cuando pensaba que era algo malo porque mis padres me odiaban por ello. Pero con el tiempo, pudo más el recuerdo de ese odio, el odio de mis propios padres, ese mismo odio que sentían tantos humanos por los mutantes, que las palabras de un joven profesor de ojos azules que podía controlar el agua.
Suspiro. Veo que esta discusión no va a llegar a ninguna parte, y sé que él piensa lo mismo.
- Tienes muchos buenos recuerdos aquí - dice él, con voz más suave. - ¿Cuántos buenos recuerdos te han dado Whisper y sus amigos?
Mi silencio le da la respuesta que esperaba. Y lo que dice a continuación hace que mi corazón deje de latir por un segundo.
- Yo podría ayudar a que fueran muchos más.
Noto una fuerte presión en el pecho, y ganas de llorar. No puedo seguir mirándole, no puedo seguir escuchándole, porque al final acabará convenciéndome. Le aparto la mirada y la clavo en su pecho.
- ¿Ahora entiendes por qué no quise despedirme? - susurro.
Él asiente, resignado.
- Supongo que no soy razón suficiente para que te quedes, eh.
Le miro.
- Ni yo para que te marches.
Allan suspira, y yo respiro profundamente, ambos conscientes de que hemos llegado a un punto de no retorno. Él es el primero en recomponerse.
- Solo prométeme que no te meterás en más líos - dice.
- No puedo.
Él suspira de nuevo.
- Pase lo que pase, recuerda que aquí siempre tienes las puertas abiertas.
Le miro, y grabo su rostro en mi cerebro: su pelo negro ondulado, su mandíbula cuadrada, su barba de varios días, sus ojos azules y su mirada, consciente de que no sé cuándo será la próxima vez que volveré a verlos... si es que vuelvo a verlos. Abro la boca para despedirme, pero ningún sonido sale de ella. La cierro. Respiro, y por fin puedo hablar.
- Adiós, Allan - digo únicamente.
- Adiós, Mara - me responde él.
Y de la forma menos cariñosa, más fría y distante, como si nunca hubieran existido ese beso y ese abrazo hace apenas diez minutos, nos separamos. Me doy la vuelta, dándole la espalda a él y a la Mansión, y salgo por la verja. No tengo rumbo, ni destino. Solo quiero alejarme, alejarme mucho, y encontrar un sitio donde no pueda verme ni oírme, y llorar.
::Nono::- Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 12/06/2016
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
|
|