Militares, base

Al llegar a mi laboratorio cierro la puerta y voy al fondo. Directamente a mi despacho. Trato de tranquilizarme un poco. Porque todos los hombres han de sacarme así de quicio? Aunque parece ser que el general y el maldito profesor se llevan la palma. Pero si. Tiene razón. Ahora que hemos perdido al director de la escuela, no hay forma posible en la que puedan obligarlo. No sin conseguir otro rehén. Ojeo por unos momentos las fichas de todos los mutantes relacionados con el colegio en la pantalla del ordenador. Alumnos, alumnos y más alumnos. Hay unos cuantos mutantes relacionados con la mansión y que parecen no ser profesores. Russel P. Jensen, y Gale Liotti. Miro sus fichas largo rato. Seguramente sea más fácil capturarlos a ellos que a los profesores pero Nueva York es grande. Sin tener en cuenta que intentar atraparlos llamaría demasiado la atención. Sigo pasando las fichas y miro la de los alumnos. Pero me detengo en una. Vladimir Patlov. A pesar de que sabía de las fichas nunca me había parado a mirar la ficha de mi propio hermano. Ha crecido tanto. Tanto como mi odio por el. Cierro el archivo. Dio una vuelta y me quedo mirando el armario que tengo justo a mi derecha. Ahi tengo guardados los objetos que Zoe preparó para mi. Estos dias, antes de saber que habian rescatado al director de la escuela, había estado recabando información sobre la base secreta, trazando posibles planes. En cierta manera Zoe es una mente brillante. Pero nada de eso iba a servir ya de nada. Tal vez lo ideal sería entregarle al General el profesor. O no. Las ganas que tengo de matar a ese maldito profesor son cada vez mayores. Pero intento volver a tranquilizarme. Estas últimas semanas están siendo extrañamente agotadoras . Demasiadas cosas en tan poco tiempo. Será mejor que me centre en el trabajo. El día no ha hecho más que empezar.